La energía a debate
La Cámara de Representantes dio luz verde la semana pasada un proyecto de ley energética. Es muy parecido a tres anteriores que ya aprobó en los últimos cuatro años y que nunca se convirtieron en ley por la oposición demócrata en el Senado. Ahora que éstos son minoría se vuelve a intentar que George Bush firme este conjunto de normas que según él, aseguran el futuro del país 'y reducen la dependencia de EE UU de fuentes de energía extranjeras'.
Al texto le quedan aún muchos trámites antes de convertirse en ley y tras su paso por el Senado puede que se modifiquen algunas cuestiones. Y todo ello a pesar de que Bush asegura que con lo aprobado ya se incrementará la conservación de energía y se expandirá y diversificará la producción doméstica de forma responsable.
Tal y como presenta el presidente este conjunto de normas, se diría que éstas se han redactado siguiendo las recomendaciones del FMI y del G7, para evitar el impacto de los altos precios del crudo en la economía. Es decir que promueven un menor consumo y la búsqueda de alternativas a los combustibles fósiles. Pero, a decir de los expertos, el proyecto de ley, se aleja de la solución de las instituciones internacionales y lo que busca es más producción y poco ahorro.
Entre las medidas aprobadas por la Cámara de Representantes se encuentran fuertes subsidian a las empresas energéticas tradicionales, en estos años de bonanza, para la investigación de nuevas tecnologías. La ley concede ayudas también para incrementar la producción petrolera al subsidiar la exploración y explotación en el Golfo de México. Además, abre el refugio nacional del vida salvaje de Alaska a la actividad petrolera.
Con respecto al medioambiente, se amplían los plazos para la adaptación de áreas contaminadas a estándares de obligado cumplimiento.
La mayoría de la cámara votó en contra de la obligatoriedad de la mejora de la eficiencia del consumo de los coches, algo importante desde el punto de vista del ahorro ya que el parque automovilístico de EE UU consume el 11% de la producción mundial de crudo.
Adicionalmente, los productores de un aditivo para las gasolinas, presuntamente contaminantes, son liberados de responsabilidad legal y se les subsidia con 2.100 millones la investigación de un sustitutivo.
Pese a toda la batalla política que la Casa Blanca libra para que esta ley salga adelante, Bush reconoció esta semana que con ella no se van a reducir los actuales altos precios de la gasolina, algo que preocupa mucho a los consumidores.
Para el remedio instantáneo, Bush confía en convencer a su amigo, el príncipe Abdulla de Arabia Saudí, de que su país debe aumentar la producción de crudo. Hoy se reúne con él en su rancho de Tejas.
Los saudíes dicen que están casi a tope de producción y el ministro del petróleo, Ali Naimi, ha señalado que lo que hace la OPEP es solo uno de los factores que afectan a los precios del crudo y que su influencia es limitada. Pese a esas palabras, Bush sigue confiando en esa fuente de energía extranjera que en otras ocasiones, cuando habla de terrorismo y política exterior, desdeña.
Mientras, economistas y expertos se preguntan cuándo habrá en EE UU una discusión no partidista sobre cómo reducir la dependencia energética de un país acostumbrado a crecer con crudo, gasolina y electricidad barata. Y, sobre todo, cuánto costará.