Perspectivas a la baja en Europa
Primero el FMI y el BCE. Y ayer, la Comisión Europea. Un organismo tras otro se rinden a la evidencia de que la esperada recuperación de la zona euro tardará en llegar. Bruselas ha rebajado cuatro décimas, hasta el 1,6% del PIB, su previsión de crecimiento para 2005. Hace un año aspiraba al 2,3%. La Comisión barrunta además nubarrones en el horizonte. El más inmediato, la escalada del petróleo. La depreciación del dólar frente al euro la mitiga en parte, pero también resta competitividad a las exportaciones. Y la recuperación sigue cifrándose en una mayor demanda interna que, trimestre a trimestre, siguen sin confirmar los consumidores europeos.
El pesimismo de estas previsiones contrasta con la aparente salud de los fundamentos económicos del área. Inflación estable, tipos de interés en mínimos, finanzas empresariales saneadas... Al otro lado del Atlántico, los economistas siguen preguntándose por qué Europa no recoge el testigo de EE UU como motor. Las previsiones de Bruselas atisban como respuesta la falta de confianza. Pero no identifican sus causas más allá de alguna referencia general a la incertidumbre reinante.
España se salva en parte de este pesimismo. El comisario de Asuntos Económicos, Joaquín Almunia, calificó de 'envidiable' la marcha de la economía, aunque advirtió del 'problema' de déficit exterior. La Comisión ha elevado una décima la previsión de crecimiento de este año, hasta 2,7%. Aun así, dos décimas por debajo del cálculo del Gobierno.
Pero en clave europea, los agentes observan con creciente estupor la descoordinación de las políticas económicas, los frustrados brindis al sol de programas grandilocuentes de modernización o la aplicación arbitraria del Pacto de Estabilidad. Y es que la confianza no cae del cielo. Hay que generarla.