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CincoSentidos

La Valaquia checa

El lenguaje -que es puro invento, y por tanto podría ser inagotable- parece escasear, quedarse corto a la hora de vestir de nombres la geografía mostrenca, que está ahí y es la que es. El mismo nombre se lo disputan a veces lugares dispares. Ocurre con la Valaquia: si uno hojea un atlas, o un diccionario, leerá que se trata de una región de los Cárpatos, en Rumanía. Pues bien, hay otra Valaquia lejos de aquella, en plena Moravia, que pertenece a la República Checa. Tal vez la razón de esa duplicidad esté en los emigrantes que en los siglos XVI y XVII se desplazaron desde los Cárpatos a este rincón moravo, donde se mezclaron con la gente y fundaron pueblos nuevos, querenciando nombres antiguos.

Estos valacos checos son gente muy suya -o si se quiere- muy patriotas, o nacionalistas, como suele ocurrir a los emigrados. Y desde luego no les falta el sentido del humor: presentan a su región como el 'reino de Valaquia' (ver su página web, en español, www.valasske-kralovstvi.cz) y han tenido la ocurrencia de nombrar 'rey' y 'primer ministro' a dos cómicos conocidos (como cuando Coluche se presentó a las elecciones presidenciales francesas), incluso facilitan un pasaporte propio que sirve, de paso, para obtener descuentos en hoteles o tiendas.

Todo esto no hace sino despertar la simpatía, y el interés, por esta región verde al este de la Moravia. Una región presidida por la montaña sagrada de Radhost, la más excelsa: en ella campa la efigie de Radegast, dios pagano y eslavo, pero también la de los santos Cirilo y Metodio, que son los que llevaron el cristianismo a aquellos paganos y, de paso, les enseñaron a escribir.

La Valaquia no es muy grande - aunque no bastan tres días para desvelar sus paisajes, castillos, palacios y museos, su hospitalidad y sus golosinas culinarias, incluido el aguardiente de prunos slivovice. Ostrava es su cabeza, porque está arriba, al norte y tiene el aeropuerto -una hora de avión desde Praga-, unas seis si se viene por carretera, vía Olomouc.

El corazón, sin embargo, estaría en Roznov pod Radhostem: una ciudad situada en el centro mismo valaco, junto a la montaña sagrada, como su propio nombre indica. Esta población creció a partir de 1820 como estación climática, es decir, algo así como un balneario a base de aire puro, en vez de agua. Roznov sigue siendo un centro de reposo, con gente haciendo deporte suave por todas partes. Cerca de allí, Frendstat es una estación de esquí muy frecuentada. Al norte de Roznov, Novy Jicin tiene una plaza con casas patricias del XVI y conserva parte de las murallas y del castillo que defendían el casco urbano. En Stramberk casi no queda castillo, pero es célebre por las stramberske usi, orejas de pan de especias.

Si no se dispone de tiempo para husmear por ciudades y aldeas, se puede remediar la cosa en el Museo al Aire Libre de Roznov pod Radhostem. Es de los más antiguos de Europa, ya que lo inició en 1925 un artista que había visto el Scansen de Estocolmo. El núcleo primitivo es el 'pueblo de madera', compuesto por edificios trasladados desde Roznov y otras poblaciones.

A este núcleo inicial se fue añadiendo, a partir de 1962, un 'pueblo valaco' ocupando colinas y huertos cercanos y donde algunos figurantes mantienen granjas, rebaños y casas, a la usanza tradicional. La parte más reciente es el 'valle de los molinos', auténtico parque temático sobre la industria preindustrial: un batán para tundir paños, un molino de grano y otro de aceite, un aserradero y una fragua, todo ello movido exclusivamente por la fuerza del agua, enseñan cómo funcionaba el mundo cuando no existía más fuente de energía que la propia naturaleza y el propio ingenio.

Sólo por ver y aprender en este sector del museo queda más que justificado el viaje al insólito 'reino' de Valaquia.

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