El impacto económico
Acontecimientos como la matanza de Madrid de hace un año dejan una huella importante en la moral y la certidumbre de la sociedad que, habitualmente, tiene su reflejo también significativo en los negocios y el ambiente económico del país que los padece, más aún cuando son totalmente inesperados. También España hubo de padecerlos la primavera pasada, cuando la incertidumbre que siguió al brutal atentado se notó en la confianza de los consumidores y en la perplejidad que produjo en la toma de decisiones en el mundo de los inversores tanto nacionales como extranjeros.
Sin embargo, siendo esto innegable, lo que más llama la atención del impacto económico de los acontecimientos criminales del 11-M es su levedad. En un tiempo récord, quizá con la ayuda de la positiva reacción política de los ciudadanos ante sus consecuencias o de la apariencia de civilidad y control de la situación que se reflejó en el momento, las consecuencias del atentado sobre la confianza de los consumidores o las decisiones de inversión desaparecieron, recuperando la actividad su nivel de normalidad antes del verano y registrando una aceleración en el último trimestre de 2004.
Esto es tanto más notable porque junto al shock que representaron en su momento los atentados, la economía hubo de padecer el shock de un cambio inesperado en el Gobierno de la nación, y el que provenía del encarecimiento hasta niveles desconocidos en los últimos años de los precios del petróleo.
La situación económica está asentada sobre bases muy sanas
Se puede interpretar que el cambio político tuvo dos efectos. Por inesperado para la gran mayoría de la comunidad de los negocios podría calificarse de negativo. Al mismo tiempo, sin embargo, por su íntima relación con el desastroso manejo político de la situación tras los atentados del 11-M por parte del Gobierno de Aznar, podría entenderse que una gran parte de la opinión pública consideró el tema sancionado con el castigo político que sufrió el PP en las urnas, pudiéndose dar por cerrado, lo que tendría un efecto tranquilizador.
Lo cierto es que aunque el segundo y tercer trimestres de 2004 el consumo privado se desaceleró desde tasas intertrimestrales del 1% en el primer cuarto del año al 0,5% en el trimestre de verano, el último volvió a recuperar de nuevo el 1% de crecimiento, en tanto que la inversión se fue acelerando en 2004 desde tasas de crecimiento del 0,1% el primer trimestre al 2% en el último, siempre en términos intertrimestrales.
Sacaría una conclusión falsa quien creyera a la vista de estos resultados, que los españoles se mostraron insensibles frente a los monstruosos acontecimientos de hace ahora un año. No fue así. La impresión en su momento fue brutal y el resultado de las elecciones no fue ajeno a ello. El despliegue posterior de solidaridad y duelo fue, desde todos los puntos de vista, ejemplar. El buen funcionamiento de los servicios de emergencia fue destacable y la movilización social impresionante.
La cuestión es bien distinta. El impacto económico del 11-M fue relativamente pequeño porque la situación económica del país estaba y está asentada sobre bases macroeconómicas muy sanas, porque la colaboración entre clases sociales ha alcanzado un nivel de funcionamiento muy elevado, porque España, en su conjunto, ha recobrado, en un importante y trabajoso proceso histórico, la confianza en sí misma y en su capacidad para dominar su futuro.