La amante de Harry Stonecipher trabaja en las oficinas de Boeing en Washington

La discreción en asuntos personales ha resultado ser un recurso escaso en Boeing. Dos días después de que se solicitara la dimisión de su presidente, Harry Stonecipher, de 68 años, por mantener un romance con una ejecutiva de la compañía, el nombre de esta mujer salió a la luz el martes por la noche en la versión en la red de Business Week.
Al hacer público el despido de Stonecipher, la compañía dijo que quería mantener el anonimato de esta empleada y sólo comentaron que no tenía relación directa profesional con el ya ex presidente, un hombre casado con hijos y nietos. Sin embargo cuatro ejecutivos, que han pedido para sí la discreción de los periodistas de la revista, confirmaron que se trata de la encargada de la gestión de la oficina del lobby que Boeing tiene en Washington. De acuerdo con BW, el nombre de la amante de Stonecipher ya era conocido por buena parte de los altos mandos de la empresa.
Divorciada y de 48 años, esta ejecutiva es una licenciada por la Universidad de Ohio en ingeniería eléctrica y tiene un MBA por la Universidad de Washington. Empezó a trabajar en Boeing en 1980 y ocho años más tarde fue promocionada a directora de ventas de aviones comerciales en la sede londinense de la aeronáutica. Antes de pasar por varios puestos más acabó en la oficina del lobby que dirige el vicepresidente de Boeing, Rudy de Leon, donde sigue trabajando.
De acuerdo con las fuentes del semanario americano, Stonecipher la conoció en una reunión de ejecutivos en enero. Según el consejo, al igual que el ex ejecutivo de Boeing ella ha colaborado en la investigación y de acuerdo con el juicio de este órgano colegiado, la relación no dio lugar a una mejora en las condiciones profesionales de ella.
No todos los medios se han hecho eco de esta información. The New York Times, llevaba ayer la noticia acompañada de una foto sacada del folleto promocional de la Universidad de Washington en la que consiguió su máster. Steven Pearlstein, de The Washington Post, por el contrario, cree que tanto a ella como a Stonecipher se les ha negado el derecho a la privacidad, y consideraba poco noticioso el nombre de una mujer de escasa notoriedad en la compañía.