Los planes de las empresas frente a los desastres
Los acontecimientos de los últimos días en Madrid, la bomba de ETA en el Campo de las Naciones y el incendio del emblemático edificio Windsor han puesto de manifiesto muchos aspectos relacionados con la seguridad y las empresas que, inevitablemente, surgen cada vez que se produce un hecho de estas dimensiones. Los desastres pueden ser de mayor o menor gravedad, accidentales o provocados, errores naturales o humanos, pero.... lo cierto es que a veces ocurren y parece que nunca estamos preparados para afrontarlos.
La necesidad de asegurar el automóvil es, en la inmensa mayoría de los casos, una cuestión que no plantea dudas; se espera no tener que hacer uso de ese seguro, pero si surge un incidente, se cuenta con un respaldo. Y se hace así, no sólo por una cuestión de obligatoriedad legal, también porque todos somos conscientes de que pasan cosas, y estas cosas ocurren diariamente en infinidad de situaciones.
Tal vez sería necesario realizar el ejercicio de trasladar esa conciencia individual y personal de puede pasar, a la empresarial. Las empresas, con independencia de tamaño y sector, siguen sin contemplar en sus estructuras dos conceptos que, a día de hoy, resultan imprescindibles. Hablamos de planes de recuperación de desastre y, como consecuencia directa, en algunos casos continuidad de negocio. Las empresas deberían analizar si en el hipotético caso de desastre o incidente grave serían capaces de reanudar su actividad y, si es así, en cuánto tiempo, con qué costes y con qué consecuencias para sus clientes.
La bomba en el Campo de las Naciones y el incendio de la torre Windsor han puesto de manifiesto muchos aspectos relacionados con la seguridad
Además de la bomba de ETA en uno de los centros empresariales más boyantes de Madrid y del incendio del Windsor en pleno corazón financiero, hemos sido testigos de experiencias críticas que han afectado seriamente a la actividad de importantes compañías, como los cortes eléctricos prolongados que provocaron, hace unos meses en Azca, una perdida importante de datos y una parada en la actividad de muchas empresas.
Toda empresa que trabaje con datos, y hoy en día esta característica es aplicable a la mayoría, sean del tamaño que sean, necesita un plan de contingencia. Es decir, una herramienta que toda empresa debe tener con objeto de desarrollar las habilidades y medios para sobrevivir y mantener sus operaciones en caso de que una eventualidad le afectara ocasionando una interrupción parcial o total de sus funciones.
Hay que aclarar que el hecho de contar con un plan de contingencia no implica un reconocimiento de ineficacia en la gestión, sino todo lo contrario, ya que supone una previsión ante una posible eventualidad. Tampoco es algo exclusivamente al alcance de las multinacionales y empresas grandes. Hoy en día, la especialización, metodología y el uso de las nuevas tecnologías facilitan el acceso a estas soluciones a empresas de todo tipo según el tamaño y por relativamente poco dinero.
En EE UU, el 75% de las compañías, en algún momento, ha experimentado una interrupción de sus operaciones: el 72% causada por fallos eléctricos; el 52% resultado de problemas de hardware; el 46% por incidencias en las telecomunicaciones y el 43% provocado por errores en el software. Como consecuencia directa de ello, el 43% de dichas compañías nunca reanudaron sus actividades y el 29% cerraron en los siguientes tres años.
En la gran mayoría de los casos, fueron eventualidades que no hubiesen supuesto ningún perjuicio para la compañía si hubiesen contado con un plan de contingencia. æpermil;ste no sólo evita pérdida de datos, daños informáticos o costes económicos, también protege la credibilidad ante los clientes y, en muchos casos, impide la pérdida completa del negocio.
¿Cuál es el coste de interrumpir la actividad? ¿En cuánto están valorados la reputación y el prestigio de una compañía? Las opciones son claras, uno puede no asegurar el coche y rezar a diario para que no pase nada, o contar con esa posibilidad y contratarlo. Puede ser una empresa con dinero invertido en un plan de contingencia, nunca utilizado; o una compañía que se ahorra esa inversión y que en cualquier momento puede, en el mejor de los casos, sólo perder clientes y dinero.