Enseñanzas de un incendio
El siniestro que devastó este fin de semana el rascacielos Windsor, en Madrid, obliga a un serio ejercicio de reflexión a las autoridades locales, autonómicas y estatales. Los fallos de los sistemas de detección de incendios en una de las mayores y más emblemáticas torres de Madrid plantea inquietantes interrogantes sobre el funcionamiento de los sistemas de seguridad de los grandes edificios en los que trabajan miles de personas.
El tema adquiere aún más relieve si se tiene en cuenta que la ciudad atraviesa una fase de expansión que debería empujar a extremar cada vez más la seguridad de las construcciones. El rigor de las inspecciones es, en este punto, una de las principales tareas que las autoridades tienen por delante. Así lo ha interpretado el alcalde, quien ayer anunciaba un plan de control de los rascacielos construidos hace 30 años o más, tras poner en cuestión las técnicas de construcción de esa época.
La rápida reacción del cuerpo de bomberos y, en general, de toda la intervención de las autoridades ante la emergencia generada por el Windsor, debe ser destacada. Lo mismo vale para la transparencia informativa oficial, con sus permanentes comunicados tendientes a preservar las seguridad de los ciudadanos del área afectada. Sin embargo, esto no invalida recordar el todavía reducido número de integrantes del cuerpo de bomberos en una ciudad de las dimensiones que ha adquirido Madrid. La principal lección, en este sentido, es que deben incrementarse los esfuerzos económicos y humanos para que el funcionamiento del país se adecúe a los cambios que plantea un crecimiento urbano como el actual.
La investigación del incendio, sobre sus causas y responsabilidades, debe depurarse también en tiempo y forma. No caben excusas de ningún tipo en un hecho que podría haber generado un enorme número de víctimas. No es admisible la menor impunidad para los responsables de los fallos de alarmas y detección del Windsor.