La alternancia y el futuro de México
Diez años después de la gran crisis del efecto tequila, México ha recuperado completamente el rumbo, y crece a una tasa anual del 4%, sobre la base de su plena integración en el Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos y Canadá. Con unas exportaciones cercanas a los 200.000 millones de dólares, este país de más de cien millones de habitantes se consolida cada vez más como un gigante imprescindible en el comercio mundial. México no padece los enormes interrogantes que presentan Argentina y Bolivia o, en menor medida, Brasil y Venezuela. Pero tampoco está libre de todo peligro. El mandato del presidente Vicente Fox finaliza en 2006, sin reelección posible. Su partido, el PAN, no dispone ahora mismo de un candidato claro y con carisma que asegure una política de continuidad, y tanto el izquierdista PRD como el PRI, que manejó el país durante 70 años, cuentan con posibilidades de lograr la presidencia.
Se trata de un punto vital para los inversores a medio y largo plazo. No es una casualidad que el presidente Vicente Fox intentase despejar el panorama en la entrevista de ayer con Cinco Días, en la que afirmó que invertir en México es seguro, gane quien gane las próximas elecciones.
Es cierto, como argumentó el presidente que en los últimos años el país muestra un desarrollo sostenido y una estabilidad monetaria que ofrecen un marco privilegiado para la inversión de las compañías españolas. De hecho, empresas como Telefónica, Gas Natural o Endesa, y entidades financieras como BBVA, SCH o Caja Madrid operan con éxito creciente.
Sin embargo, la seguridad jurídica, la estabilidad política y la continuidad del marco regulatorio siguen siendo una cuestión capital y no totalmente despejada. Faltan sólo dos años para el próximo cambio político en México. Sería conveniente que los partidos, especialmente los aspirantes en la oposición, comenzasen a dar señales de su compromiso con la estabilidad económica del país a medio plazo.