Los empresarios alargan el ciclo
El vuelco electoral de marzo pasado provocó una contracción súbita de la percepción económica en buena parte del mundo empresarial. El presidente Zapatero trató de atajar de inmediato la reacción dejando en manos de Pedro Solbes el diseño y gestión de la política económica y, a juzgar tanto por la opinión expresada ahora por los empresarios como por la marcha de la actividad en el año transcurrido, parece haberlo conseguido.
El respeto a las líneas estratégicas marcadas por los Gobiernos del Partido Popular (en parte con raíz en la gestión de Solbes entre 1993 y 1996), especialmente el celo con el equilibrio fiscal y la liberalización de los mercados, ha transmitido la confianza precisa para que la velocidad de crucero de la economía no se haya desviado del rumbo y haya cerrado 2004 con un avance de al menos el 2,6% y una generación de casi medio millón de empleos.
El ánimo empresarial expresado en las oleadas del Barómetro Empresarial Cinco Días-Metroscopia ha recuperado ya casi los niveles de euforia de hace un año, tras una caída paulatina del optimismo iniciada en la primavera de 2004. El deterioro del estado de ánimo encontró su punto más débil en el otoño, coincidiendo con un encarecimiento súbito del petróleo (sobrepasó 50 dólares por vez primera) y un temor extendido de un encarecimiento severo del dinero.
Ahora los empresarios consideran razonablemente despejado el horizonte en el medio plazo y, por ello, creen mayoritariamente que van a elevar sus inversiones, sus beneficios y sus plantillas; admiten, eso sí, que persistirá el deterioro de sus niveles de competitividad y de sus volúmenes de ventas en el extranjero.
Los mayores niveles de optimismo provienen de las empresas del sector de la construcción, que han recuperado el tono tras los temores a que una política intervencionista del Gobierno en materia de vivienda frenase los precios de los inmuebles y la actividad en el sector. Una primera lectura de este ánimo renovado del sector de la construcción hace pensar que el ciclo alcista de los precios de la vivienda puede no haber tocado techo, si bien hay que tener en cuenta que buena parte de la actividad de la construcción se concentra en la obra pública y que el Gobierno acaba de renovar un compromiso de construcción de infraestructuras que supondrá un gasto de más de 240.000 millones de euros en quince años.
La industria, el sector más abierto a la competencia exterior, revela también un repunte importante en sus expectativas para el futuro, ayudadas en parte por el avance de la inversión en equipamiento de los últimos trimestres. Pero los servicios y el comercio, en teoría la parte más endógena y protegida de la actividad económica, revela un estancamiento de sus expectativas, seguramente coherentes con el marchamo del consumo privado nacional, variable que ha sustentado el crecimiento en los últimos años.
El Gobierno debe mantener la visibilidad de su política económica, pero ha de poner manos a la obra de atajar la pérdida continua de competitividad exterior para que no se traslade al empleo y contamine la actividad interior.