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Tribuna
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La gestión del conocimiento como motor de innovación

El aprovechamiento del conocimiento es el fin que persigue la gestión de éste, alineando los conocimientos tanto individuales como colectivos, con los objetivos de la organización. Asimismo, conviene reflexionar sobre algunos aspectos de la organización, como el modelo organizativo, cultura, relaciones laborales, liderazgo, estrategia, políticas de dirección, etcétera, para que la gestión del conocimiento alcance la eficacia que esperamos.

En los últimos años, son muchas las empresas que han implantado programas con el único fin de conseguir gestionar el conocimiento en su organización, y otorgando un protagonismo cada vez mayor a las tecnologías de la información. Pero, para gestionar cualquier activo que posea una compañía, hace falta algo más que una infraestructura tecnológica, así como tener en cuenta que muchas de estas herramientas no son válidas en todas las organizaciones donde se desean implantar.

La mayoría de los programas se han basado en la implantación de intranets para facilitar la comunicación entre el personal, fomentar espacios de debate, documentar cada procedimiento de la organización y ser un foro donde los empleados puedan conocer determinados procesos de política interna e indicadores de evaluación.

En este contexto, la información adquiere un papel relevante como base de toda estrategia de gestión del conocimiento, pues la organización dispone de información sobre los conocimientos de sus empleados y debe aprender a gestionarla antes de plantearse la implantación de cualquier solución de gestión del conocimiento. La correcta gestión de la información, entendida como las actividades orientadas a controlar, almacenar y recuperar la información que posee una organización, se presenta como un elemento indispensable.

Antes de desarrollar cualquier estrategia de gestión del conocimiento, hay que identificar qué conocimiento existe en la organización y dónde es necesario apoyar sus decisiones y acciones. Esto nos lleva a la distinción de dos tipos de conocimiento: en primer lugar, el tácito, resultado de la experiencia, la creatividad y la intuición, intrínseco a cada persona. Y el explícito, que comprende el saber que puede ser transmitido o compartido en toda la organización.

Esto nos lleva a pensar que gran parte del conocimiento explícito que comparta el personal de una organización acabará convirtiéndose en información que fluya a través de ésta, refiriéndonos en estos casos, a la necesidad de una estrategia de gestión de la información. En este sentido, deberá: mediar para que el conocimiento pueda ser formalizado y, como consecuencia, pueda ser reutilizado tantas veces como sea necesario, con independencia de quien lo haya generado. Y fomentar la transmisión entre los miembros de una organización mediante la comunicación.

Si tuviéramos que destacar una circunstancia común que caracteriza a cualquier organización sería la presencia de cambios a los que se debe dar respuesta. De esta sensación de movimiento y alteración de circunstancias, se apela constantemente a la innovación como la forma de responder a estas nuevas situaciones. Y es que el progreso consiste en el cambio.

En esencia, el conocimiento en la empresa sirve para cambiar o, mejor dicho, para innovar. Una organización es siempre depositaria de un conocimiento, aunque no siempre sabe identificarlo y valorarlo en su medida, y también está siempre necesitada de nuevos conocimientos. La sistematización del conocimiento disponible nos permite percibir y apreciar el nuevo significado posible de su uso en diversos procesos de producción o de servicios, y nos sirve también para detectar las necesidades previsibles de nuevo conocimiento. El dominio y desarrollo de los conocimientos constituye el sustrato básico para la innovación.

La innovación siempre está situada entre el conocimiento y la competitividad, y a través de su mutua interacción dinámica a lo largo del tiempo, la empresa se desenvuelve y progresa. No obstante, no basta con añadir el saber sobre el ya acumulado, sino que es preciso descubrir cómo aplicarlo a lo nuevo, a aquello que se está desarrollando y va tomando dimensión de nuevo mercado en los hábitos de los clientes. La apertura al exterior y la capacidad de ver la aplicabilidad de los conocimientos, requiere de un tejido empresarial innovador y donde el espíritu emprendedor esté bien acogido, lo que significa creación de riqueza y valor para la economía.

Es importante conocer la compatibilidad entre el rol que juega cada persona en función de su posición en la empresa y el que juega en el recorrido del proceso innovador. Las herramientas, los recursos y los modelos organizativos difieren de organizaciones pequeñas a grandes, pero en todas hay un espacio de desarrollo y cultivo de las cualidades personales organizativas, que construyen un liderazgo innovador y para que se produzcan las condiciones que impulsen la innovación.

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