El maestro que no quiso ser ministro
Cuenta Fuentes Quintana cómo a finales de los cincuenta elaboró, sin encontrar rastro de documentación previa, las primeras cuentas de la economía española del franquismo. En la tarea participaron unos jóvenes y entusiastas economistas del Ministerio de Comercio, que construyeron la primera contabilidad nacional de una economía maniatada por la camisa de fuerza de la autarquía franquista. Entre ellos estaba Luis Ángel Rojo.
Entonces discípulo de los economistas que trataban de abrirle camino a la gestión disciplinada de la economía, a la sazón cerrada, militarizada y pobre, Luis Ángel Rojo (Madrid, 1934), es hoy maestro reconocido y guía de todo gestor de la política económica que busque el desempeño pleno.
Catedrático de Teoría Económica en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Complutense (que ayer le rindió un merecido homenaje con un acto solemne), ha ejercido la cátedra desde la práctica que proporciona ser el primer gobernador ejecutivo del Banco de España. Rojo fue quien estrenó la ley de autonomía del banco emisor y el primer español que manejó con absoluta libertad y criterio la política monetaria, hasta entonces supeditada a la interesada esfera política. Desde su paso por el Ministerio de Comercio y su consolidación en el servicio de Estudios del Banco de España, Rojo luchó siempre, con el limitado grado de influencia que tienen quienes se alejan a petición propia de la brega política, por pulir las extravagantes aristas de un modelo económico 'castizo' (así denominaron Velarde y Fuentes a la herencia económica del franquismo), y convertirlo en un mecanismo productivo y de asignación de recursos moderno, europeo y democrático. Fustigó, ya en democracia, los excesos presupuestarios de los sucesivos gobiernos, así como la orientación superficial de los mismos, en un país que precisaba como ninguno reducir los diferenciales de inversión en educación, tecnología o equipamiento público. Fue vicepresidente del Instituto Monetario Europeo, germen del todopoderoso BCE, y empeñó toda su influencia en convencer a los gobiernos, incluido el reticente de Aznar, de la conveniencia de someter a España a la disciplina germánica de la estabilidad y el entierro del recurso enfermizo a la inflación.
De formación liberal y convicción keynesiana, (Popper fue su profesor en la London School y J. M. Keynes su ideario), defiende la libertad vigilada del mercado para la asignación de los recursos en la economía, así como el papel del Estado en la financiación del equipamiento, que puede permitirse el lujo de incurrir en déficit para la formación de la inversión siempre que sea de forma temporal y adaptada al ciclo económico.
Luis Ángel Rojo deja de ser gobernador del Banco de España por imperativo legal en julio de 2000, y vuelve al ejercicio de la docencia, en el que más cómodo se encuentra, tras rechazar, por segunda vez, cualquier responsabilidad política para dirigir la economía nacional. Su prestigio nacional e internacional le ha llevado también al sillón 'f minúscula' de la Real Academia de la Lengua, y a estudiar y diseñar la integración europea de los mercados financieros, aún no ejecutada.
Sus más recientes mensajes han denunciado la escasez de inversión pública y privada en tecnología, palancas capitales del crecimiento sostenido, así como el nacionalismo cerval de los gobiernos europeos en materia de negocios, que ha impedido una integración bancaria propia de una moneda única fuerte.