Chamartín, oscuro objeto de deseo
La pretendida entrada en el BBVA de Sacyr Vallehermoso, que de la mano de Luis del Rivero y Juan Abelló pasaría a ser accionista de máxima relevancia del banco, ha conmocionado la Bolsa y los círculos financieros y empresariales. En el desencadenamiento de la operación que requeriría un claro pronunciamiento del Banco de España hay un factor sorpresa que pudiera derivar del intento de gozar de una ventaja estratégica, pero además algunos analistas españoles e internacionales subrayan elementos de extrañeza y dificultades para comprender qué justificación cabe al hecho de que una empresa constructora decida adquirir un 3,1% de un banco, cuando para ello se vería obligada a efectuar una ampliación de capital de al menos un tercio de su propio capital.
Muchas de las explicaciones que han proliferado estos días, sobre todo en las publicaciones digitales, parecen hechas a medida del cliente, como sucede en las sastrerías finas, aunque se hayan lanzado vía internet blasonando de una libertad de la que por el contrario carecerían los medios impresos, éstos sí encadenados a unas fuentes publicitarias decisivas para sus cuentas de resultados.
Pero los enigmas se evaporan si se recuerda que el BBVA resultó ser propietario del 72,5% de la sociedad Desarrollo Urbanístico de Chamartín (Duch), titular de los rendimientos esperados de la operación del mismo nombre evaluados por fuentes del sector a la altura de junio de 2003 en más de 4.200 millones de euros.
Muchas de las explicaciones que han proliferado estos días sobre la operación Sacyr-BBVA parecen hechas a medida del cliente
Porque en este punto es relevante recordar que Duch llega al BBVA cuando se produce la fusión del BBV con Argentaria, que había sido promotora de la citada sociedad. También debe atenderse al hecho de que la trayectoria estrictamente bancaria de Francisco González se inicia al ser nombrado presidente de Argentaria -la amalgama de los bancos públicos que lideraba el Exterior de España- donde relevó en 1996, tras las elecciones generales, a Francisco Luzón.
Nunca se supo por qué el otro 27,5% de Duch fue adjudicado a una pequeña empresa, Constructora San José, propiedad del gallego Jacinto Rey, que supo contratar la edificación de muchos colegios públicos, que ha logrado instalarse en el circuito del prestigio con algunos de sus edificios y que venía de ser íntimo amigo de Marcial Portela, quien se le ofreció de sherpa para ascender en su día por las difíciles escarpaduras madrileñas.
En las negociaciones para la fusión del BBV y Argentaria, muchos han estimado que la dote de esta última era precisamente Duch, pero Francisco González se sentía ajeno a esa rama del negocio y algún momento inicial pensó en liquidarla. Entre tanto, Jacinto Rey se esforzó por incluir en el accionariado de Duch a Florentino Pérez, de ACS, bien relacionado con el Ayuntamiento, para lo que puso a su servicio a uno de esos letrados de campanillas. Al final, Florentino logró de forma indirecta entrar en el espacio denominado APE 05-27, delimitado por la estación de Chamartín, el parking y sus alrededores, cuya propiedad comparten Duch y una serie de grupos que fueron comprando derechos entre los que figuran Urbanismo y Ciudad, SA, participada por Riofisa. Entre tanto, la Operación Chamartín que entró en fase de reconsideración tras los cambios en el Ayuntamiento con la salida de Álvarez del Manzano y la llegada de Gallardón.
En septiembre el nuevo alcalde fijó en un mes el plazo para aprobar el plan parcial de la Operación Prolongación de la Castellana pero la parálisis continúa, los terrenos no han sido desafectados, los pleitos se multiplican y los reversionistas mantienen sus reclamaciones porque fueron incautados por motivos de utilidad pública y se niegan a ser dejados al margen cuando llega el gran negocio.
Mucho más que en los Juegos Olímpicos de 2012, que todos deseamos para Madrid, donde la ciudad se la juega es en la Operación Chamartín, pero seguimos en la oscuridad del túnel y tampoco la ministra de Fomento, Magdalena Álvarez, ha emprendido la tarea del 'hágase la luz'. ¿Hasta cuándo?