'La literatura me permite vivir en cabezas distintas'
La maldad se oculta bajo muchas motivaciones. En realidad, no tanto la maldad como los actos malvados. Uno puede robar por placer, pero el acto sigue siendo condenable. Es el tipo de dilemas que encanta a Espido Freire (Bilbao, 1974). La escritora descubre la parte oscura del alma humana en Juegos míos (Editorial Alfaguara), una compilación de cuentos, la mayoría inéditos.
Espido Freire prefiere el género del relato a la novela. 'Es el terreno en el que me gusta moverme', afirma. Lleva escritos más de 300 y en ellos la autora confiesa haberse sentido menos limitada que en la novela. 'Es un espacio breve, pero intenso. El tratamiento de los personajes es distinto y hay algo que permite la irrupción de lo mágico. Lo insólito adquiere más coherencia en el cuento que en la novela'.
Juegos míos contiene 23 relatos escritos a lo largo de varios años y circunstancias distintas. Los cuentos están divididos en tres partes: El tiempo huye, Quedemos para la merienda y Bestiario. Todos recogen su singular mundo narrativo. Protagonistas -en su mayoría, femeninos- que sobrecogen al lector por su capacidad para albergar las pasiones y deseos más insospechados.
En El tiempo huye, retoma una de sus obsesiones, el paso del tiempo. Quedemos para la merienda habla de rituales sociales, de la hipocresía de lo convencional. En los diferentes monstruos de Bestiario, por último, descubre que el mal se encuentra en todas partes.
Casi todos surgen de reflexiones racionales, de la propia experiencia, de historias que vienen de fuera y de la capacidad de fabulación, 'que casi siempre se olvida y que yo trato de reivindicar'. La autora intenta llegar al esqueleto de la historia que le ha conmovido, averiguar qué elementos tiene. En algunos casos sobra realidad; en otras, falta y en ese caso la escritora añade algunos componentes.
'El resultado final no tiene nada que ver con el origen de la historia', señala. Así ha sucedido en El tiempo huye, el único cuento que Espido Freire desarrolla a partir de la historia que le cuenta un desconocido y luego la modifica. Es el relato de un hombre que construye un emparrado, pero los pájaros arruinan todas las cosechas. 'Me gustó la idea de luchar contra lo imposible'.
Lo que no contiene su literatura son detalles autobiográficos. 'Soy incapaz de matar a nadie y eso no impide que pueda narrar un asesinato', ilustra. Espido Freire escribe sobre sus obsesiones: cómo actúa el tiempo en nuestras vidas, la muerte, las emociones humanas, la propia capacidad para obsesionarse, la pasión por las pequeñas cosas. Intenta comprenderlas, pero no escribe para exorcizar sus preocupaciones, matiza. Su visión de la literatura es otra. 'Me permite ver el mundo de otra manera que no es la mía. Es la posibilidad de vivir en vidas distintas y cabezas distintas'. Y sin consecuencias desagradables. 'Jugamos desde la barrera', dice esta autora partidaria de que existan más juegos con el lector.
El lector es el cómplice, está al otro lado de la historia para jugar y eso se consigue mejor en el cuento que en la novela. 'La tensión se concentra en cinco páginas, mientras que el juego en la novela obliga a ser más continuado', explica.
Espido Freire se precia de ser buena lectora y, como tal, busca lo mismo en la literatura. 'En muchas ocasiones busco esos elementos de irrealidad que no encuentro en la literatura contemporánea española. Como autora intento controlar al lector, como lectora busco el efecto de conmoción, de catarsis', puntualiza.
Después de la publicación de Juegos míos, la ganadora más joven del Premio Planeta (Melocotones helados, 1999), prepara la publicación de un ensayo divulgativo sobre la decadencia de los Romanov, un tema que se aleja de su universo narrativo, pero cuyo tratamiento será 'muy Espido'. La escritora ha vuelto a estudiar y marcarse nuevos límites. Su propósito: ser menos dispersa y centrarse en un tema.
Le gusta moverse en el género del relato. Juegos míos es una compilación de 23 cuentos que recogen su universo narrativo y en los que Espido Freire retoma sus obsesiones: el paso del tiempo, la muerte o las emociones humanas
'Como autora
intento controlar
al lector; como lectora busco
el efecto de conmoción,
de catarsis'