La verdadera reforma fiscal

Economistas, fiscalistas y políticos de todo signo llevan años debatiendo incansablemente sobre cuántos tramos debe tener el IRPF, si deben o no mantenerse las deducciones por la compra de vivienda o qué tipo de inversiones en I+D han de ser subvencionadas fiscalmente. Mientras, casi el 21% de la economía del país sigue sumergida, hurtando a las arcas de la Hacienda Pública decenas de miles de millones de euros cada año.

De los 95.595 millones recaudados por impuestos en 2003, casi un tercio provino del IRPF y el resto se repartió entre IVA, sociedades e impuestos especiales. Dentro del IRPF, los trabajadores por cuenta ajena son los únicos que tienen una capacidad residual de defraudar al fisco. En el resto del tejido económico del país, fundamentalmente entre las pymes y los autónomos, o en sectores como el inmobiliario, los pagos en dinero B, la ingeniería contable entre sociedades para evadir al fisco y la opción del producto o servicio 'con IVA o sin IVA' siguen siendo prácticas habituales. De ahí la trascendencia de la ofensiva contra el fraude anunciada ayer por Hacienda.

Los inspectores de la Agencia Tributaria no deberían destinar el grueso de tiempo y su esfuerzo en labores de verificación de datos, sino que tendrían que estar en la calle buscando rentas, patrimonios y actividades no declarados. Además, es preciso reforzar la investigación contra las grandes tramas de evasión fiscal y aumentar los controles en sectores económicos tradicionalmente poco proclives a cumplir con Hacienda.

Algunas de las medidas anunciadas ayer, como la utilización de los servicios de la policía para investigar todo tipo de fraude fiscal, pueden jugar un papel relevante en esta ofensiva. Pero habrá que esperar algún tiempo para ver si se lleva a la práctica con eficacia o queda convertida en agua de borrajas, como ocurrió con otras campañas del pasado. Si se aplica con determinación, asistiremos a una reforma tributaria de más alcance que la del IRPF.