Sin finura con Turquía
El debate sobre el eventual ingreso de Turquía, dentro de una docena de años, en la UE carece de finura (...). Con el 'choque de civilizaciones' como telón de fondo, testimonia la angustia identitaria de las sociedades occidentales ante el Islam. Y revela la islamofobia que acecha en casi todas las familias políticas. (...)
Para rechazar su entrada, algunos avanzan argumentos 'técnicos'. Y hacen de la geografía, por ejemplo, un criterio de exclusión definitivo. Dado que una gran parte del territorio turco se sitúa en Asia Menor no debería tomarse en cuenta, según ellos, su candidatura. Pero ese argumento no vale. La Guayana francesa, en el continente americano, o la isla Reunión, en medio del océano Índico, ¿no forman parte de la UE? (...). Otros apelan a la historia (...). El imperio otomano, en efecto, tuvo la ambición de dominar el Mediterráneo y Europa (...). Esa ambición no hace de Turquía una suerte de 'anti-Europa' (...).
Ningún país ha consentido jamás sacrificar tantos aspectos fundamentales de su cultura para afirmar su identidad europea (...). Aún le queda un largo camino (...). Pero la perspectiva de una adhesión a la Unión tiene ya por efecto reforzar la democratización de Turquía, su laicidad y la defensa de los derechos humanos. (...)