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Muerte del 'Rais'
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Un dilema para Bush

La desaparición del líder palestino no va a facilitar la tarea a nadie en la zona y obliga al presidente de EE UU a mover ficha

La desaparición del líder palestino Yasir Arafat ingresa en el complicado escenario de Oriente Próximo con tres ingredientes ineludibles.

En primer lugar, aboca la situación hacia el túnel de la incertidumbre que siempre representa el final de un régimen, de un gobierno bajo un liderazgo poderoso, o de sistemas autocráticos y dictaduras personalistas, todos con cierto toque de caudillismo. En segundo término, se produce en el explosivo escenario del contexto árabe-israelí de Oriente Próximo, que se percibe como intratable y causa primigenia de la permanente desestabilización de la zona. En tercer lugar, se produce en un momento delicado de la guerra en Irak, sin saber si los próximos cuatro años de la Administración Bush van a ser más de lo mismo.

Israel, EE UU y la UE deberán primar que la consolida-ción de un Estado palestino tenga un liderazgo pragmá-tico y moderado, pero eso tiene un coste diferente para cada uno

El primer aspecto es, paradójicamente, extremadamente incómodo para el Gobierno estadounidense, ya que Bush se puede ver presionado ahora para justificar un cambio de política. Arafat era presentado desde la Casa Blanca como el causante primordial, por activa o por pasiva del terrorismo palestino. En el fondo, con Arafat aparentemente al timón se cumplía la máxima de que más vale malo conocido.

Por lo tanto, mientras el líder de la OLP no demostrara lo contrario, y probara que podía controlar a los que atentaban contra niños, mujeres e indefensos, no podría haber solución. Ahora, una especie de guerra por otros medios (preventiva) debiera ser generada por la Casa Blanca. La inacción, por el contrario, revelaría que Bush está aquejado del síndrome de se acabó la rabia, de similares trágicas consecuencias aplicadas a Irak.

El vacío personal de Arafat no va a hacer la tarea fácil a nadie, ya que cada uno de los bandos contendientes para coger las riendas palestinas va a estar bajo la presión de conseguir ventajas y concesiones de tres actores imprescindibles, según sus capacidades. Israel, EE UU y la UE deberán primar la atención en que la consolidación de un Estado palestino quede bajo la influencia de un liderazgo pragmático y moderado, pero esto tiene coste diferente para cada uno de los tres.

EE UU tiene su capacidad económica limitada por el coste de la guerra en Irak, el déficit fiscal, y la presión interna de los programas sociales. Por otra parte, Bush no parece que deba recibir la factura del lobby judío porque su base es fundamentalmente demócrata. O sea que todo apuntaría por una apuesta pragmática y ambiciosamente creativa de aprovechar la oportunidad. También puede ayudar la labor de la comunidad árabe-musulmana en EE UU, que tanto se juega en que la crisis no se salga desmesuradamente de su cauce.

En ese escenario, una vez más, Washington debiera ver la conveniencia de contar con el consejo, el protagonismo y la contribución de la UE, colectivamente en el plano político y económicamente donde mejor puede llegar con la zanahoria. La UE paga el 50% de la ayuda a Palestina, es el primer origen de las importaciones de Israel, y el segundo destino de sus exportaciones. Bush debe mover ficha.

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