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Columna
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El dólar y las elecciones de EE UU

Ángel Ubide

A medida que los dos candidatos a la presidencia de EE UU concretaban sus planes económicos, los mercados han comenzado a descontar un escenario que llevará a una inevitable corrección a la baja del dólar, según el autor, quien sostiene que tal eventualidad sería saludable para la economía mundial

En menos de un mes el dólar se ha depreciado un 4% respecto a las principales monedas. Las razones para esperar una depreciación del dólar son claras, y se han repetido hasta la saciedad: el déficit por cuenta corriente americano está alcanzando niveles muy preocupantes, y una caída del dólar es condición necesaria para una corrección de dicho déficit. No es condición suficiente, sin embargo, ya que para ello es necesario que la depreciación de la moneda vaya acompañada de una desaceleración de la demanda interna que permita un aumento del ahorro nacional, y para ello sería necesario que los tipos de interés a largo plazo aumentaran como respuesta a la expectativa de mayor inflación derivada de la caída del dólar. Si este mecanismo se bloquea, como sucedió durante la depreciación del dólar en 2003 a raíz de la intervención japonesa, entonces el efecto de un dólar más débil será mínimo.

¿Por qué se ha acelerado la caída del dólar en las últimas semanas? Hay varias razones. Una de ellas es la revisión a la baja de las perspectivas de crecimiento de la economía americana, y con ella la revisión de la trayectoria esperada de tipos de interés.

Economista y miembro del consejo de gobierno en la sombra del BCE

Dado el altísimo endeudamiento de las familias americanas, la débil creación de empleo y el rápido aumento del precio del petróleo han disparado las señales de alarma sobre la sostenibilidad de la economía americana. Pero además de las razones puramente coyunturales, la cercanía de las elecciones ha llevado a una reconsideración de las posiciones respecto a la credibilidad de la política económica estadounidense. Por una parte, la nueva rebaja de impuestos recientemente aprobada refleja la absoluta incapacidad del sistema político americano de ignorar las peticiones de los grupos de presión. Lo que era una ley destinada a satisfacer las demandas de la Organización Mundial del Comercio (OMC) y eliminar los subsidios ilegales a las exportaciones se convirtió en una larguísima lista de recortes impositivos puntuales para satisfacer las demandas de los grupos de presión -justo lo contrario de lo que necesita un país con un déficit fiscal superior al 5% del PIB-.

La credibilidad de la política fiscal americana está bajo mínimos, y ninguno de los dos candidatos presenta un plan creíble para recuperarla. La estrategia de Bush se basa en la privatización parcial de la Seguridad Social, a través de la creación de cuentas privadas paralelas al sistema público. Esta estrategia, teóricamente ortodoxa, conlleva sin embargo un fuerte aumento del déficit a corto plazo, ya que se desvían ingresos pero se tienen que seguir pagando las pensiones cada mes. Si a esto añadimos que el gasto militar seguirá aumentando, y que Bush se ha comprometido a no aumentar los impuestos, la perspectiva fiscal de medio plazo es claramente preocupante. El plan de Kerry es teóricamente mejor, ya que propone aumentar los impuestos para controlar el déficit y reintroducir las reglas de control del gasto, pero su lista de promesas sociales es tan vasta que pone en duda la capacidad de controlar el déficit. Además, con el Congreso en manos republicanas, será difícil obtener una subida de impuestos que no esté lastrada con contrapartidas de gasto. El equipo económico será sin duda más sólido y creíble -al menos no repetirá el slogan de 'los déficit son irrelevantes'- pero la capacidad de llevar a cabo las políticas deseadas es incierta.

Por tanto, a medida que los planes de los dos candidatos se han concretado los mercados han comenzado a descontar un escenario de desequilibrio fiscal permanente e insostenible. Combinado con un consumidor muy endeudado que limita las posibles subidas de tipos de interés, el resultado inevitable es una corrección a la baja del dólar. El empujón final lo están dando el deterioro de la situación en Irán -es de notar que Kerry ha lanzado en los debates un mensaje muy halcón, adoptando una posición tan dura como la de Bush- y la creciente incertidumbre sobre el resultado de estas elecciones que sugiere la posibilidad de una repetición de los eventos del año 2000. Tanto las encuestas como los mercados de futuros (www.biz.uiowa.edu/iem/markets/) dan un empate en términos de intención de voto, y el análisis del colegio electoral sugiere que habrá varios estados donde el resultado se decidirá por la mínima.

Tal incertidumbre, sabiendo que los dos partidos han desplegado 20.000 abogados en los 15 estados inciertos para disputar cualquier irregularidad, indica que tal vez el 3 de noviembre no se sepa quién ha ganado las elecciones. Ante tal disyuntiva, el comportamiento de los mercados durante el recuento en Florida en el año 2000 es ilustrativo: el mercado bursátil, el más vulnerable en aquel momento, cayó un 10% en ese periodo de incertidumbre. Su contrapartida actual es claramente el dólar.

Una depreciación del dólar es necesaria y saludable para la economía mundial. Las elecciones americanas están proporcionando el catalizador para esta depreciación, y las autoridades económicas mundiales deben aceptarla y acomodarla con políticas económicas que estimulen la demanda interna y minimicen el impacto sobre el crecimiento global de dicho ajuste. El mundo debe crecer menos durante un tiempo para poder crecer mejor.

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