Repsol y el futuro mapa energético
Alfonso Cortina y Antoni Brufau escenificaron ayer el relevo en la presidencia de Repsol con suma discreción, en un acto interno de la compañía. Este cambio en la cúpula del primer grupo español por cifra de negocio, que ha provocado un aluvión de interpretaciones políticas y económicas, invita a varias reflexiones.
En primer lugar, y ante todo, la opinión generalizada es que se ha impuesto la máxima de que quienes mandan en una empresa privada son sus accionistas. Parece obvio, pero no ha sido así siempre. Desde hacía tiempo, era más que evidente la falta de sintonía en asuntos clave entre Alfonso Cortina y el máximo accionista de la compañía, La Caixa. Una situación claramente insostenible, pero que se mantenía, en gran medida, por los apoyos políticos de Cortina, designado por el PP al frente de la petrolera.
El vuelco político acaecido en las últimas elecciones generales y la llegada al poder del PSOE crearon las condiciones necesarias para poner en marcha el relevo. Sabedora de que no iba a ser frenada desde el poder (como tantas veces antes), La Caixa ha movido sus legítimos resortes para culminar una operación, conocida por el Gobierno, pero en la que se ha cuidado mucho de intervenir directamente. Cumple así Zapatero su promesa de no interferir en la vida de las empresas.
Es justo también reconocer que no le ha supuesto ningún esfuerzo: a nadie se le escapa que el Ejecutivo no se siente especialmente cómodo con el hecho de que muchas de las presidencias de las empresas punteras de España estén ocupadas por ejecutivos designados por el anterior Gobierno. De más valor resultará su actitud cuando se produzca algún movimiento empresarial que disguste o contraríe su voluntad. De momento, y antes de trascender esta operación, los empresarios aprueban su actuación y mayoritariamente opinan que el PSOE está siendo menos intervencionista que el PP, según un sondeo de Metroscopia que Cinco Días publicó el lunes pasado.
El relevo en la dirección de la petrolera, sin embargo, no se limita a un simple cambio de nombres o personas. También supone un giro copernicano de filosofía. Con Cortina al frente de Repsol y el PP en el Gobierno, resultó enormemente complicado, por no decir imposible, sacar adelante cualquier iniciativa que pusiese en cuestión el status quo energético. El nuevo presidente de la petrolera, por el contrario, es un ardiente defensor, de palabra y de obra, de una profunda transformación del mapa actual con la creación de un gran grupo energético. Ello coincide en el tiempo con la puesta en marcha por parte del Ministerio de Industria del denominado Libro Blanco de la Energía, cuyo objetivo final es también sentar las bases para el futuro sector en España.
Desde que trascendió el relevo, los inversores han apostado por movimientos en el sector, con revalorizaciones de Gas Natural, Endesa, Unión Fenosa o Iberdrola. Parece, pues, llegada la hora de abordar a fondo el nuevo mapa energético. Un diseño en el que el primer actor, La Caixa, una entidad sin accionistas, tiene todas las papeletas para convertirse en director de escena.