Un momento clave para la UE
José Manuel Durão Barroso, presidente in péctore de la Comisión Europea desde julio, ha provocado enorme malestar en el Parlamento Europeo con el reparto de atribuciones a los candidatos a comisario aportados por cada socio de la UE. Utilizando los mimbres suministrados por cada Gobierno, Barroso ha trenzado un cesto lleno de aristas. Y no parece dispuesto a limarlas. El caso más polémico, pero no único, es la asignación de la cartera de Justicia, Libertades y Seguridad al ultramontano Rocco Buttiglione, en un momento en que la UE se propone, precisamente, impulsar la política común de esa área.
Varios grupos parlamentarios, con socialistas y liberales al frente, exigen a Barroso que haga algunos cambios o se arriesgue a un voto de investidura negativo el día 27. El Parlamento no puede vetar a un comisario individualmente, con lo que un no supondría la caída de toda la Comisión. El portugués se encuentra así atrapado entre la presión de las capitales, que exigen mantener a sus comisarios en las carteras asignadas, y la repulsa de buena parte del Parlamento por la distribución de responsabilidades que ha hecho. Para ambas partes ha llegado la hora de la verdad.
Barroso debe demostrar la independencia respecto a los Gobiernos que prometió en el pleno parlamentario que le respaldó como presidente. Y los parlamentarios deben hacer valer su legitimidad democrática y demostrar que no se trata de un pulso político que puede resolverse con enjuagues de pasillo.
Los inminentes referendos sobre la Constitución demandan, más que nunca, una actitud coherente por parte de la UE. La creciente indiferencia de los votantes ante la maquinaria burocrática de Bruselas puede convertirse en clara irritación si el fiasco de la Comisión Barroso se deja sin resolver. Ante el silencio atronador de los Gobiernos, incluido el español, los europarlamentarios tienen a su alcance la solución.