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Tribuna
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Otra oportunidad para Europa

La industria es un recurso vital para el crecimiento y la creación de empleo en Europa. Hoy supone la cuarta parte de la producción neta del mercado interior y mantiene 45 millones de empleos. Es, además, un importante cliente del sector de servicios. En el comercio con terceros la industria europea genera un superávit exportador de 55.000 millones de euros.

Aún así, en los últimos años hemos asistido en el sector servicios y manufacturero a un aumento de la tendencia hacia la externalización y el traslado de empleos a terceros países. La globalización fuerza inevitablemente a las compañías a buscar la ubicación más barata. Esto ha abierto el debate sobre una posible desindustrialización de Europa. Y esta situación hay que afrontarla seriamente: Europa tiene que reaccionar. Esa es una de las razones por las que Unice ha pedido a los políticos, en una de sus recientes publicaciones (Una visión empresarial para Europa: crecimiento, trabajo y prosperidad... por nuestro futuro) que se conviertan en motor del cambio

En los últimos años, hemos visto dos tendencias: de un lado, a localizar la capacidad adicional de producción fuera de Europa, en países con gran potencial de crecimiento y/o grandes ventajas en costes de producción, acceso a materias primas, etcétera. Esta tendencia es positiva: se ha desarrollado porque la reubicación de operaciones puede fortalecer a las compañías europeas, pues les permite lograr o consolidar una dimensión internacional y mejorar su acceso a los mercados mundiales.

Es importante que esta tendencia vaya acompaña de medidas proactivas que aseguren el mantenimiento de una poderosa base industrial y tecnológica. Esa pervivencia resulta esencial si se quiere que la expansión de la empresas europeas en el planeta tenga las mejores posibilidades de éxito.

Hay también una tendencia a la reubicación fuera de Europa de las capacidades de producción, porque los marcos legislativo, regulador y financiero no son ya favorables a la actividad. Esta tendencia, por supuesto, es negativa, por lo que hay que ponerle remedio. Al principio se limitaba a la producción con baja o media tecnología, pero ahora se observa también en la producción y en el I+D de productos y servicios de alta tecnología. Resulta así muy difícil prever qué compañías o sectores permanecerán en Europa o se marcharán. Pero China, por ejemplo, copa ya el 62% de la producción mundial de reproductores de DVD y el 41% de DVD-Roms.

Este deterioro de las condiciones generales se debe a que la Comisión Europea (CE) saliente, como el resto de instituciones europeas, no ha tenido la competitividad de Europa como la prioridad número uno.

Para revitalizar el desarrollo de la industria hace falta una nueva estrategia basada en una combinación de medidas pensadas para restaurar o crear un marco legislativo, regulador y financiero que facilite la actividad y potencia el atractivo de Europa como ubicación. En segundo lugar, medidas que fortalezcan la infraestructura material básica, el sistema educativo y la investigación de la que depende la industria.

El objetivo de las iniciativas de la UE debe ser atraer los mejores talentos a Europa, modernizar las normas comunitarias sobre I+D, superar la brecha entre investigación e innovación, y mejorar las condiciones financieras y fiscales de la innovación. La política europea debe asegurar el acceso a infraestructuras básicas tales como el suministro de energía, o el transporte y las telecomunicaciones eficaces a precios competitivos.

El hecho de que el futuro presidente de la CE, José Manuel Durão Barroso, haya puesto la estrategia de Lisboa en lo más alto de su agenda es prometedor: esa estrategia aspira a hacer de Europa antes de 2010 la economía basada en el conocimiento más competitiva y dinámica. Por desgracia, a mitad de camino no se han logrado muchos progresos, aunque confiamos en que este compromiso personal la revitalice.

El futuro presidente ha acertado plenamente al asignar a Günter Verheugen la misión de coordinar el papel de la Comisión en el consejo de Ministros de Competitividad de la UE. Esta formación del consejo todavía no ha cumplido el mandato que recibió de los jefes de Estado, consistente en 'supervisar todos los asuntos políticos relacionados con la competitividad'. Con el comisario Verheugen, el Consejo tiene la oportunidad de cumplir su misión y convertirse en fuerza motriz de la reforma europea. Europa todavía tiene un gran potencial competitivo ¡Y debe explotarlo!

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