Astilleros al sol
Las chapuzas se pagan y las subvenciones estatales indebidas a los astilleros que acordó el Gobierno de Aznar han sido detectadas por la Comisión Europea, que acaba de imponer la obligación de devolverlas, en aras de la libre competencia. Ahora la SEPI, heredera en último término del INI donde tantas ruinas fueron a parar, se encuentra con una situación económica inviable que amenaza despidos masivos y ha incendiado a las plantillas de trabajadores afectados de la construcción naval de Cádiz, Ferrol, Sestao y suma y sigue.
La película Los lunes al sol de Fernando León de Aranoa, que protagoniza Javier Bardem, ofrece el retrato social de otro cierre de astilleros en Vigo hace apenas tres años. Y de esa senda de frustraciones quieren zafarse ahora quienes durante generaciones vivieron unidos a las factorías de la construcción naval. Tantos años desde el primer aprendizaje a la maestría en las más diversas ramas aparecen de pronto inutilizados, sin sentido, porque en algún alto despacho los números han dejado de salir en negro y empiezan a escribirse con el rojo del déficit sin remedio.
Cunde el fatalismo y se aduce por los tecnócratas y auditores varios que la reconversión es el sacrificio exigido por el progreso. Pero de la reconversión como vocablo abstracto, de la frialdad de la estadística hay que pasar enseguida a los sujetos pasivos, los reconvertidos. Su especialización, sus expectativas, sus hipotecas, sus familias, sus bares, sus ocios y sus hábitos a la sombra de la gran factoría van a tambalearse. Puede que la promesa del presidente Zapatero en Bilbao de no dejarles en el desamparo les lleve a una prejubilación indemnizada, pero nada puede compensarles del vacío, del sentimiento de pérdida de sentido que a buen seguro les invadirá. Es la consecuencia de unas vidas hiladas a veces durante generaciones alrededor de una dedicación que desaparece. Ahora descubrirán con sorpresa que a su escala no iban a heredar el astillero.
A esas enormes factorías con balcón al mar se les está poniendo carita de solares magníficos para colonias de adosados
La SEPI presenta las cifras, las cuentas de resultados siguiendo la serie de las últimas anualidades y las perspectivas que ofrece la carga de trabajo. Su plan de viabilidad se basa en la escisión en una división militar susceptible de ayudas estatales y otra civil sólo prorrogable si apareciera un accionariado privado capaz de asumir del 51% en adelante.
La cuestión es dónde están los privados dispuestos a invertir en lo que aparece como una ruina. Claro que todas las ruinas son también ventanas de oportunidad para otros negocios, por ejemplo urbanísticos. Porque a esas enormes factorías con balcón al mar se les está poniendo carita de solares magníficos para colonias de adosados.
Los trabajadores viven jornadas épicas donde aflora lo mejor de la solidaridad y lo peor de los maximalismos sin salida. Nadie quiere sentirse traidor y los radicalismos encuentran el seguidismo exasperado, con barricadas ardientes y cortes de vías públicas que afectan a ciudadanos inocentes requeridos por obligaciones inaplazables. Las autoridades se debaten entre sus deberes de garantizar el libre tránsito y el intento de evitar acciones represivas que suban la temperatura al punto de ebullición. En la Moncloa los nuevos inquilinos aprenden que gobernar impide dar contento y satisfacción a todos. Los de la oposición pepera se frotan las manos y esperan ver a los socialistas convertidos en verdugos de la clase obrera como cuando Sagunto y la primera reconversión industrial.
Al fondo se ve a los coreanos con unos precios irresistibles porque trabajan fuera de las pautas europeas. Con jornadas prolongadas, sin vacaciones, sin pensiones, sin derecho de huelga y contentos con su ración de arroz asegurada.
Visto el fracaso de San Francisco Javier deberíamos hace tiempo haber organizado otras misiones a base de sindicalistas que hubieran contagiado los derechos laborales a esos países de Asia, única forma de competir en igualdad de condiciones. Veremos si Cándido Méndez y José María Fidalgo, junto con otros colegas de la UE, se embarcan hacia allá no para salvar a los infieles sino para salvarnos a nosotros.