Adiós al Fondo de Cohesión
Cada español recibe 197 euros al año de los fondos comunitarios', 'los fondos europeos aportan el 35% de la financiación de las infraestructuras en España', 'las ayudas europeas renuevan un tercio de la flota pesquera andaluza'... Titulares como éstos han poblado las páginas de la prensa española durante los casi 20 años en los que este país se ha visto claramente beneficiado por las ayudas destinadas a impulsar el desarrollo regional y la convergencia entre las economías de la UE. Pasadas dos décadas y ampliada la Unión con diez socios de Europa del Este, España se verá pronto forzada a renunciar al Fondo de Cohesión y a parte de las ayudas estructurales. Un dinero que por razones de coherencia histórica debe desviarse ahora hacia otros socios europeos con niveles de renta inferiores al nuestro.
El equipo de Pedro Solbes probablemente regateará en Bruselas para intentar prolongar lo más posible el periodo transitorio de estas ayudas. Y hace bien en dar la batalla, porque tanto las Administraciones públicas como la sociedad civil tienen que hacer a su vez una transición importante. España está llena de expertos en recabar ayudas para país pobre. Ahora necesita cambiar de mentalidad y dotarse de técnicos capaces de presentar proyectos que merezcan financiación de la UE simplemente por su valía, independientemente del nivel de renta existente en la región en la que se promuevan y compitiendo en igualdad de condiciones con los de otros países ricos como Francia y Alemania.
Ayudas para el desarrollo tecnológico, para redes de transporte, para el impulso de la competitividad y la creación de empleo... El abanico de proyectos financiados desde Bruselas es enorme y estas partidas no sólo no decrecen, sino que en algunos casos se duplicarán entre 2007 y 2013. Ahí, y en las oportunidades de negocio que ofrecen los nuevos socios de la UE (ampliamente ignoradas hasta ahora por las empresas españolas), es donde deberíamos poner el foco. Y cuanto antes lo hagamos, mejor.