La excepción cultural francesa, en la picota
Francia se enorgullece de las peculiariedades legales con que pretende proteger su universo cultural, pero algunas de ellas chocan frontalmente con la legislación comunitaria. La semana pasada, la Comisión Europea ha dado un ultimátum a París de dos meses para que anule una norma que desde hace 12 años impide a la industria editorial y cinematográfica anunciar sus productos en televisión. La amenaza comunitaria coincidía con la visita a Madrid del ministro de Economía, Nicolas Sarkozy, en la que su homólogo Pedro Solbes le pidió un esfuerzo para liberalizar el sector servicios. Un consejo oportuno, que deberían anotar también quienes pretenden emular la excepción cultural francesa.
La intervencionista medida cuestionada por Bruselas pretende canalizar los ingresos publicitarios de los dos sectores afectados hacia la prensa y la radio, así como proteger la pluralidad y la diversidad cultural, un eufemismo que en Francia suele significar barreras a la producción audiovisual estadounidense. La Comisión Europea considera desproporcionadas las medidas y amenaza con denunciarlas ante el Tribunal de Justicia de la Unión Europea.
Bruselas ha intentado evitar el conflicto sugiriendo posibles alternativas, como fijar tarifas publicitarias preferenciales para la producción editorial o cinematográfica de origen europeo. Pero Francia prefiere seguir siendo la excepción.