Movimientos en la banca
La fiebre de las fusiones bancarias en Europa asoma de nuevo. La mejora de resultados de los principales grupos europeos, su todavía baja capitalización y la mejora del ciclo han vuelto a despertar las especulaciones en torno a la necesidad de dar sentido a un mapa bancario en el que conviven más de 7.000 proveedores. El mercado, dicen los analistas, 'está caliente'. No hay más que observar los rallies especulativos vividos en los últimos meses por muchos valores bancarios. Pero más allá de rumores y de contactos entre los banqueros europeos, las barreras regulatorias, culturales y las susceptibilidades nacionales siguen frenando el proceso y, al contrario de lo que ha sucedido en otras industrias, como el petróleo o el automóvil, el sector financiero no acaba de dar el paso, mientras asiste con cierto recelo al reinicio del baile de las fusiones en Estados Unidos.
El mercado está a la espera de que se destape la caja de los truenos, con el convencimiento de que en el momento en que alguien dé el primer paso el efecto dominó hará el resto. Pero, a pesar del ruido, las operaciones no llegan. El problema puede estar en que Alemania e Italia, los dos países que absorben todas las miradas, aún están lejos de haber culminado el proceso de consolidación interna. La baja capitalización convierte a los bancos europeos en presa fácil, pero las autoridades no parecen estar muy dispuestas a admitir que se cuele un extranjero. No, al menos, sin probar antes el matrimonio entre bancos domésticos, el modelo que en España ha desembocado en dos grandes entidades, Santander y BBVA, situadas entre las 20 mayores del mundo.
La gestación de la gran entidad europea de la que muchos hablan puede ser, por tanto, mucho más larga de lo que, en principio, aconsejaría el principio económico de la eficiencia. Lo importante es que las alianzas surjan de la lógica del negocio bancario antes que de la intervención, cada vez menos disimulada, de las autoridades para forzar compromisos a su gusto.