Sensatez, equilibrio y flexibilidad para aplicar Kioto
Estaba claro que el ansiado equilibrio entre las dispares tendencias conservadoras y radicales acabaría por imponerse ante las inminentes perspectivas de aplicación del Protocolo de Kioto. Hace sólo unos días que el Gobierno español ha presentado el borrador del Plan Nacional de Asignación (PNA) de derechos de emisiones contaminantes para cumplir este protocolo con el deseo de acercar posturas entre todas las partes implicadas que, aunque todavía son desiguales, pueden llegar a aproximarse en sus planteamientos si, entre todos, contribuyen a ello. De momento, todavía queda un mes largo para remitir este plan a la Comisión Europea gracias a la ampliación del plazo para que a varios países, entre ellos el nuestro, les diese tiempo de tenerlo todo preparado para la definitiva fecha de implantación de este convenio internacional en 2005.
Este equilibrio entre las diferentes actitudes ambientales podría facilitar la adopción de unas medidas de flexibilidad que ayudasen a los países a disponer de unas soluciones más fáciles para cumplir los objetivos deseados. Equilibrio y flexibilidad deben tener, a su vez, las organizaciones sociales, comunidades autónomas, sindicatos, agrupaciones políticas y los distintos sectores afectados para conciliar sus posturas ante la aplicación del acuerdo internacional de lucha contra el cambio climático.
En la lógica del sentido común, se debe conseguir un marco de estabilidad sociopolítica y económica que les aproxime a la requerida sensatez del diálogo social para posibilitar la adaptación a una flexibilidad que consolide y promueva las inversiones a la vez que evita la deslocalización. Este preocupante término también debe ser considerado por las Administraciones, incluidas las locales, promoviendo la toma de conciencia social. Si los ciudadanos son conscientes del problema medioambiental que se plantea de manera responsable en el Protocolo de Kioto pueden remover a algún enquilosado cimiento gubernamental para despertarle en sus responsabilidades climáticas y ecológicas.
El uso de energías limpias le ha supuesto a alguna eléctri-ca española una reducción de un tercio de sus emisiones
Cuando tanto ciudadanos como Gobiernos adquieran la madurez plena de una sensibilidad efectiva para cumplir entre todos el Protocolo de Kioto será más fácil implicarles en la búsqueda de soluciones prácticas. Las consabidas medidas de reducción del consumo de energías fósiles, desarrollo de energías renovables y reducción del transporte se quedarán en simples teorías a no ser que cada uno tenga el convencimiento de la necesidad de una renovación social ante las actitudes que nos plantea esta directiva.
Ahora que el Gobierno español, a través de su borrador del PNA, acaba de instar a las eléctricas a realizar un mayor esfuerzo para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero que el resto de sectores industriales afectados, el incremento de la generación a través de energías limpias se consolida como una de las soluciones prioritarias en estos nuevos plazos marcados por el protocolo.
El uso de energías limpias ya le ha supuesto a alguna eléctrica española una reducción de un tercio anual de sus emisiones de gases de efecto invernadero. Sólo se trata ahora de abrir el abanico atmosférico de soluciones: centrales hidráulicas y térmicas, ciclos combinados y renovables, así como otros procesos y tecnologías similares no contaminantes que desplacen a las plantas más contaminantes sin necesidad de poner en riesgo la garantía del suministro y sin incidir en una subida de las tarifas. El Gobierno no debe dar ahora un paso atrás en los criterios de reparto por instalaciones, que debe primar el uso de tecnologías limpias y no perjudicar a las empresas que han invertido y apostado por ello. Además, no hay motivo todavía para desmentir la reciente promesa del Gobierno español de que la tarifa eléctrica, tras la elaboración del Plan Nacional de Asignación de Emisiones Contaminantes sólo tendrá un 'mínimo impacto'.
Los tiempos de aplicación del Protocolo de Kioto ya están fijados y, ahora, sólo cabe esperar a comprobar si los mecanismos para su engranaje climático funcionan. Puestas sobre el papel las soluciones teóricas, la cooperación entre los afectados ya es requerida con urgencia. Y en este empeño, en mayor o menor medida, todos tenemos nuestra parte de implicación.