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Tapones de cristal para desterrar el 'sabor a corcho' del vino

Ah, el placer de escanciar un gran vino en un buen restaurante! Un sumiller porta la botella, corta hábilmente la cápsula, cuidadosamente extrae el corcho y sirve el vino en la copa del comensal. Uno observa el color rubí, hace girar su contenido, lo acerca a la nariz y ¡agh!, eso huele como algo abandonado. Una lástima, el vino tiene olor a corcho.

El olor a corcho es la halitosis del mundo del vino -un olor rancio a humedad- y no hay nada que se pueda hacer. El olor fue en aumento cuando los viticultores empezaron a curar los corchos en la década de los ochenta con una solución clorada. 'El olor a corcho es una verdadera plaga', dice Nigel Platts-Martin, dueño del restaurante londinense The Square. Calcula que entre el 5% y el 10% de sus botellas están afectadas. 'El costo es inaceptablemente elevado y la tendencia se inclina en contra del corcho'.

Como resultado y a pesar de que la industria del corcho, centrada en Portugal y España, busca alternativas químicas para el cloro, las bodegas han estado ensayando otros tipos de tapones. España, hasta hace poco deficitaria, ha realizado en los últimos años un gran esfuerzo en I+D. Empresas portuguesas, como Amorim, se han instalado en España y se han creado otras nacionales, como Corcho del País, que destina a la exportación el 10% de los tapones que produce. La Rioja es el mayor consumidor de tapones de corcho (500 millones de unidades al año, que supone unos 5,4 millones de euros).

'Un montón de gente, especialmente los de más edad, no reaccionaría bien ante cualquier cosa que no sea corcho en una botella de vino', asegura el sumiller bostoniano Jamie Moore

Usar otro tipo de tapón elimina la posibilidad de mal olor, pero crea una delicada cuestión vinculada con la comercialización. 'Un montón de gente, especialmente los de más edad, no reaccionaría bien a cualquier otra cosa que no sea corcho en una botella de vino', dijo Jamie Moore, sumiller del restaurante Meritage, de Boston.

Desde hace algún tiempo comenzaron a usarse dos alternativas, pero hasta ahora sólo en botellas de vino barato. Los tapones de plástico funcionan bien, pero no se han hecho pruebas para determinar si podría filtrarse aire oxidante a la botella cuando se está añejando el vino. También fueron criticados por calzar demasiado apretados, lo que dificulta su extracción.

Después está la tapa a rosca, de metal, asociada con las gaseosas y el vino malo, a pesar de que todo indica que son tapones de primera clase. 'La tapa a rosca no sólo soluciona el tema del corcho, sino que los vinos son más brillantes, más afrutados, especialmente los vinos aromáticos como el Sauvignon Blanc', dice el enólogo Tim Preston, de Mills Reef. Y ahora llega un tapón que podría resolver todos los problemas, tanto químicos como estéticos, vinculados con el corcho. Alcoa Deutschland, junto con científicos y enólogos del Instituto Geisenheim de Ciencias Enológicas, y el Instituto de Enseñanza y Pruebas del Estado Oppenheim/Rheinhessen desarrollaron un tapón de vidrio llamado Vino-Lok que se ajusta de forma hermética y que, según la empresa, 'se mantiene firmemente en la botella y puede usarse para volver a cerrarla'. Para evitar que el vidrio se rompa, el tapón está invisiblemente recubierto con un plástico a fin de que el vidrio nunca esté en contacto con el cuello de la botella. Queda por ver si los más tradicionales querrán beber vino que no venga con corcho. No tenemos nada que perder salvo el nostálgico sonido que produce el corcho al destapar una botella.

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