Lo de TVE no es nada
Ya nos advirtió Julio Cerón en uno de sus sueltos en el diario Abc de cuando entonces de que 'La ley de la gravedad no es nada en comparación con lo que nos espera'. Pues lo mismo puede decirse de la deuda de RTVE según acaba de revelar el Gobierno en la sesión de Control durante el Pleno del Congreso de los Diputados celebrado el miércoles pasado. Andaba blasonando el líder del principal partido de la oposición, Mariano Rajoy, de las cuentas claras, el déficit cero, el crecimiento superior a los países de nuestro entorno y demás maravillas entregadas por el PP a quienes les han relevado en el Gobierno. Entonces el presidente José Luis Rodríguez Zapatero le replicó advirtiéndole de que de la herencia económica del PP había que descontar los más de 18.000 millones de euros que acumulan RTVE, con más de 6.010 millones, la de Renfe, que es todavía mayor, y la de AENA, que alcanza los 3.900 millones.
Así que lo de TVE no es nada. Mientras tanto seguimos sin saber qué es eso del servicio público de RTVE, único que podría ser subvencionado con fondos de los Presupuestos Generales del Estado según las normas vigentes de la Unión Europea.
Todas las emisoras de radio y canales de televisión de propiedad estatal quedaron emplazados por las normas comunitarias a separar de manera nítida aquello que es servicio público de lo que debe considerarse ajeno a esa definición, de manera que las subvenciones se limiten a compensar el primer apartado. Pero aquí, el anterior director general, José Antonio Sánchez, compareció ante la Comisión de Control del Congreso de los Diputados para presentar un voluminoso informe donde todo lo que hace RTVE se configuraba como servicio público y todos contentos.
Aquí, entre nosotros, sucede que el déficit más acusado es el de la exigencia del público
Bueno, todos menos los titulares de las cadenas privadas, cada vez más indignados por la doble financiación de TVE, con cargo a los Presupuestos Generales del Estado y mediante la publicidad. Cuando se les recuerda a los privados que la adjudicación de los canales se hizo sin cuestionar la doble financiación, prefieren cambiar la conversación para centrarse en la desigualdad que padecen, y tampoco les gusta escuchar de la Asociación Española de Anunciantes la propuesta de que termine el actual númerus clausus de forma que puedan aparecer con todas las de la ley toda clase de nuevos canales.
Todas estas cuestiones y otras de máximo interés estuvieron a debate en la III Jornada de Periodismo celebrada el martes bajo el título La televisión en el modelo audiovisual español. Allí, convocados por la Asociación de Periodistas Europeos con el patrocinio de Coca-Cola, comparecieron todos los que se disputan el terreno ante más de 120 profesionales de la comunicación venidos de toda España.
La intervención inaugural de la directora general del Ente, Carmen Caffarel, permitió conocer el catálogo de sus propósitos y enseguida el director de general de política editorial de la BBC, Stephen Whittle, tuvo oportunidad de presentar el admirado modelo británico. Un modelo en absoluto surgido del vacío de las abstracciones, que es la deriva tanto de un principio muy elemental como de una trayectoria basada en la credibilidad y en la atención a las exigencias del público. O sea, la realidad como resultado, según nos tenía advertidos el viejo profesor Enrique Tierno Galván.
Aquí, entre nosotros, sucede que el déficit más acusado es el de la exigencia del público. El público está maleado, da por supuesto que la TVE es uno de los principales botines de los vencedores de las elecciones y adopta el comportamiento resignado del ganado lanar por emplear la expresión tan cara de Anson el inventor de La Razón.
Habría que reeditar aquella pieza publicada por Gustavo Gili bajo el título de Manual de autoprotección contra la manipulación comunicativa y convertirlo en texto obligatorio de la enseñanza secundaria. ¿Cuándo surgirá entre los espectadores de televisión el tendido del siete para defender la pureza de la fiesta?