Recuperar la política industrial
El ministro de Industria, Turismo y Comercio, José Montilla, está tratando de poner orden en una casa realmente compleja, tanto por la magnitud como por la variedad de los temas que le competen. Un auténtico reto, que está abordando con el arma que menor maneja: haciendo política. Por ejemplo, ayer, aprovechando el Foro Cinco Días, recuperó de una vez por todas el buen nombre de la política industrial, que se había volatilizado durante el reinado del Partido Popular y el tramo final de la etapa socialista previa.
En opinión de Montilla, una auténtica política industrial ha de ser activa y tener como objetivo mantener y desarrollar la competitividad. Y que esa competitividad no se base en los costes o en los tipos de cambio, sino en la capacidad de innovación, es decir, en el grado de desarrollo de la sociedad de la información que sea capaz de alcanzar un país, gracias al impulso de la suma de las iniciativas pública y privada. De ahí, que la exigencia prioritaria del titular de Industria a las empresas sea una mayor implicación en el desarrollo de las nuevas tecnologías. La distancia con Europa en este terreno aún es apreciable y anularla es urgente. Este marco se completa desde Industria con un llamamiento continuo al diálogo. Un diálogo con los agentes sociales, con las comunidades autónomas y con los ayuntamientos. A todo ello, Montilla añade la necesidad de que existan en España empresas sólidas y solventes, con el tamaño suficiente como para competir en el mercado internacional sin dificultades, sin sobresaltos.
El esquema teórico, pues, es bastante claro y hasta ambicioso. Otra cosa es llevarlo a la práctica con éxito. De momento, la cruda realidad ha puesto sobre la mesa del equipo de José Montilla asuntos de calado como la reordenación del sector energético, el imparable avance de la deslocalización, la crisis de Izar, la reforma de los horarios comerciales, la puesta en marcha del móvil de tercera generación o el futuro de la primera industria nacional, el turismo.
Un auténtico rosario de bombas de relojería que Industria está analizando con mucha cautela. Sobre la más espinosa, los cambios en el mapa energético, la doctrina Montilla es hábil: la decisión es potestad de las empresas y el Gobierno sólo intervendrá en función del interés general y en sectores regulados. Eso sí, el Ejecutivo es partidario de grupos empresariales potentes.
Más contundente es en lo referido a los horarios comerciales. El polémico tope de ocho festivos mínimo de apertura no es el gran problema del desarrollo del sector. Es más grave, según Montilla, el de las segundas licencias, que depende de las comunidades autónomas. Uno de los compromisos más claros del ministro de Industria se circunscribe al despliegue técnico del nuevo móvil o UMTS, que tendrá un soporte legal este mismo mes. Otro reto.
Montilla tiene puestas las bases de un plan esperanzador y plausible. Ahora tiene que sacarlo adelante. Y para ello ha de ganarse el apoyo de sus compañeros de gabinete, en especial de los que manejan el gasto, de los agentes sociales, de las comunidades autónomas y de los ayuntamientos. Una ardua tarea.