La reválida europea
El Parlamento Europeo se enfrenta a partir de hoy a una verdadera reválida sobre su papel en el engranaje institucional. La única institución europea elegida mediante sufragio universal llama a las urnas durante cuatro días (entre hoy y el domingo, día de votación en España) a más de 350 millones de ciudadanos, en una cita electoral en la que están en juego 732 escaños (54 para España).
Al margen del análisis que el lunes se deba hacer sobre los resultados, hoy el desafío institucional es el de la movilización de los votantes. El Parlamento ha demostrado en la última legislatura su credibilidad como órgano legislativo en colaboración con el Consejo de Ministros de la UE. Sus planteamientos han sido pragmáticos en la mayoría de los casos, lejos de los maximalismos que durante años sospecharon quienes se negaban a conceder a esa institución auténticos poderes. Pero las reticencias persisten. Y la prueba es la negativa de los Estados a que la futura Constitución reconozca al Parlamento como máxima autoridad presupuestaria de la UE.
Una participación electoral considerable puede avalar la voluntad del Parlamento de ampliar sus competencias. Los últimos sondeos hablan del 52% al 58%, que mejora el penoso dato de la legislatura anterior (49,8%). El alicaído proyecto de integración europea necesita ese refrendo popular, máxime en vísperas de que los líderes de la UE se reúnan en la Cumbre de Bruselas para intentar, por segunda vez, pactar un Tratado Constitucional para los 25. La ambición de ese texto dependerá, en buena medida, del aliento que reciba de los votos este fin de semana. La abstención es el mejor aliado de los euroescépticos. La campaña ha girado, y no sólo en España, en torno a debates nacionales. Esa ausencia no hace sino resaltar la necesidad de una institución en la que el debate alcance dimensión europea. Y esa institución es el Parlamento Europeo.