El cine que molesta
El día 28, se estrena una película que se espera que vean 20 millones de estadounidenses. The Day After Tomorrow (llamada en español El día de mañana), un drama de ciencia ficción en el que en términos apocalípticos se describe el efecto de un inmediato cambio de temperatura mundial provocado por el calentamiento de la Tierra.
Los científicos han desacreditado la película inmediatamente. Pero, aunque desde el punto de vista de la ciencia la tesis de la cinta sea insostenible, hay cierta satisfacción porque se haya hecho. Sir David King, consejero científico del Gobierno del Reino Unido, ha dicho a la BBC que, aunque el escenario descrito es imposible, 'es bueno que mientras mis compañeros y yo pasamos media hora presentando la lógica del cambio climático, la película lance el mensaje básico en unas cuantas frases'. King dijo que espera que los americanos lo vean y 'sus políticos también'.
Uno de ellos, Al Gore, ex vicepresidente, la está promocionando. Pero en la Casa Blanca no se espera la película con las palomitas preparadas.
Precisamente por la simpatía que despierta entre la comunidad científica esta fábula de ficción, los científicos de la NASA han recibido órdenes de no hablar con los periodistas de ella, según la revista Harper's.
Con una administración que ha decidido no tomarse en serio la amenaza del cambio climático y se ha mantenido al margen del tratado de Kioto, no se quiere que los sabios de las agencias estatales causen, ni colateralmente, más daño a un presidente cuya popularidad ya se precipita a mínimos por la guerra iraquí.
Pero es que la ecología no es el punto fuerte ni del presidente, George Bush, ni de muchos de sus compañeros de partido en el Congreso.
Lo demostraron el día 12 cuando los representantes de los empresarios de la industria del petróleo y los carburantes, grandes donantes de la carrera electoral de Bush, comparecieron ante la Comisión de medio ambiente y obras públicas del Senado junto a la Unión de Consumidores y otras asociaciones civiles.
Para sorpresa de ecologistas, demócratas y el representante de la oficina de medio ambiente (EPA, una de la que más altos cargos han dimitido), las organizaciones de empresarios culparon de la subida del precio de la gasolina (en cotas históricas) a la legislación medioambiental. Los senadores republicanos se mostraron muy compresivos con ellos pese a que ese mismo día el crudo cotizaba a 40 dólares el barril. Los representantes de esta industria (con beneficios récord en 2003) argumentan que las tres décadas de regulaciones medioambientales federales han evitado que pudieran expandir refinerías o construir nuevas y producir más. Ahora, los bajos inventarios presionan al alza el precio del carburante.
Bob Slaughter, presidente de la Asociación Nacional de Petroquímicas y Refinerías, explicó que el precio del crudo supone el 46% del total de la gasolina, el 24% son impuestos, el 11% distribución y marketing y el 19% los costes de refinería. No especificó qué parte de ese porcentaje supone el coste ecológico. La explicación no gustó a los demócratas, que pidieron una segunda ronda de preguntas, denegadas tras un breve rifirrafe.
Asociaciones de movilización contra Bush, como MoveOn, confían en Hollywood para que los americanos se hagan muchas preguntas. Admiten que The Day After Tomorrow es ficción, pero aplauden que pueda provocar el debate.