La burbuja inmobiliaria
El presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, repitió incesantemente a finales de los noventa que sólo puede saberse a ciencia cierta que existe una burbuja 'en el momento en el que explota'. Aquella burbuja, que tuvo como protagonistas a las empresas de internet, se desinfló de golpe en la primavera de 2000. Y los índices de Wall Street todavía no han logrado recuperar el nivel que alcanzaron entonces.
Pasados cuatro años, la burbuja que más preocupa es la inmobiliaria. Y España es uno de los países en los que más y a mayor ritmo han subido los precios de las casas en los últimos años. La OCDE se sumó ayer a la larga lista de organismos internacionales que alerta sobre la amenaza de caída brusca en los precios de la vivienda en España. Algo que ya han advertido, aunque no con tanto dramatismo, entidades como el FMI y el Banco de España, preocupados, además, por el aumento del endeudamiento de las familias debido, precisamente, a las hipotecas.
Al otro lado de la barrera se colocan quienes aseguran que la subida de precios tiene fundamento (mayor nivel de renta, bajos tipos de interés...) y que, como mucho, asistiremos a una desaceleración progresiva del mercado. Un grupo liderado por los promotores inmobiliarios por razones obvias y cuya tesis suele ser respaldada por los gobernantes para, entre otras cosas, no desatar un alarmismo que agravaría aún más la situación. El nuevo vicepresidente y ministro de Economía, Pedro Solbes, se arrimó ayer a esta tesis declarando que no prevé descensos bruscos del precio de la vivienda a medio plazo.
Atrapados entre ambos frentes están millones de españoles que no saben si el valor de su vivienda se desplomará, dejándoles con un activo mucho menos valioso que la deuda hipotecaria asumida. Una amenaza lo suficientemente grave como para tomar en serio los avisos de los técnicos y habilitar medidas para ir desinflando la burbuja de manera progresiva, sin esperar a que pinche de golpe.