Nace la nueva Unión Europea con 455 millones de ciudadanos
La UE culmina hoy uno de los proyectos más ambiciosos de sus 47 años de historia. Pero la quinta y mayor ampliación del club, que añade 10 socios a los 15 actuales, abre un periodo de interrogantes políticos y económicos que casi nadie se atreve a despejar. A uno y otro lado de la ampliación se confía en que Europa supere el desafío.
La llegada de ocho países (Polonia, Hungría, República Checa, Eslovaquia, Estonia, Letonia, Lituania y Eslovenia) salidos del antiguo bloque comunista incorpora a la Unión Europea unos mercados bastante vírgenes en todos los sectores y con un enorme potencial de desarrollo (el PIB medio de los nuevos socios es el 47% de los actuales). Malta y Chipre, economías más maduras, completan la ampliación.
Los más optimistas sueñan con que el big bang del 1 de mayo sirva de revulsivo para superar la débil coyuntura económica que padece la UE. El antecedente se sitúa en 1986, cuando la incorporación de España y Portugal alentó uno de los períodos más prósperos e integracionistas de la Unión
Otros presagian una larga digestión, tan penosa y complicada como la unificación de Alemania en 1990. Y no sólo desde el punto de vista económico, en el que la convergencia de los niveles de vida se prevé que tarde más de 30 años en producirse. La temida parálisis de unas instituciones comunitarias ideadas originalmente para seis socios también puede sumir el proyecto europeo en un marasmo infranqueable con 25 miembros.
El creciente euroescepticismo en muchos de los socios veteranos (Francia e Italia parecen los casos más alarmantes) y la euroindiferencia de algunos de los recién llegados (los referéndum de adhesión apenas rozaron el 50% de participación en Hungría, Eslovaquia y República Checa) puede acentuarse si la Unión se adentra por un rumbo errático e incierto. Y de telón de fondo la sombra de Turquía, auténtica prueba de madurez para el futuro de un club laico, en teoría, que tiene en la sala de espera a un país musulmán de 70 millones de habitantes. Pocos más, 75 millones, son los que se incorporan a partir de hoy, y entre todos, un PIB que apenas iguala el de Holanda. Pero añaden 10 posibilidades de veto, tantas como países, lo que obligará a un esfuerzo de convivencia.
Diferencias salariales
Si la futura Constitución está llamada a dar respuesta a ese desafío político, en el terreno económico la Unión no dispone de ningún bálsamo tranquilizador. Las diferencias salariales y fiscales suscitan inquietud entre los miembros actuales, sobre todo porque los nuevos socios han tomado a Irlanda como modelo de transformación económica.
Berlín advierte que Dublín se ha permitido ofrecer importantes exenciones fiscales gracias a los fondos que recibe del presupuesto comunitario y que no está dispuesto a que 10 países repliquen ese sistema. Cunde también la aprensión por una posible avalancha de trabajadores del Este, un fenómeno que Bruselas minimiza (lo cifra en el 1% de la población) recordando el inocuo antecedente de la adhesión de España y Portugal.
Pero el IFO, instituto de estudios alemán, prefiere remitir la comparación con los dos países ibéricos al período entre 1960 y 1974 en que 'exportaron' a Europa el 5,5% de su población. Danuta Hübner, comisaria europea por Polonia, considera desproporcionados estos augurios y recuerda que en su país 'no hay tradición de movilidad laboral, ni siquiera interna'.
Ayuda a la ampliación
Hasta 2006, los 10 nuevos socios recibirán del presupuesto comunitario unos 30.000 millones de euros (saldo bruto). Una factura pequeña comparada con los 75.000 millones de euros anuales que Berlín transfiere anualmente desde 1990 a los länder del Este. Bruselas, desea que los nuevos socios reciban a partir de 2007 el 50% de los fondos estructurales de la Unión (30.000 millones anuales), lo que drenará recursos a España.
Hungría recela de sus compañeros de adhesión
No sólo las empresas de los hasta ahora quince miembros de la UE, recelan de la competencia de los nuevos socios. En alguno de los países, candidatos también existe este sentimiento. Es el caso de Hungría, a quien han llegado millones de euros en los últimos años procedentes de las inversiones de grandes multinacionales, y que ahora teme que se trasladen a otros países del Este, que se incorporan también a la UE, con menores salarios que los de los húngaros. Es el caso de Eslovaquia o Polonia.Además, el perfil de inversión extranjera está cambiando gradualmente. De las instalaciones para la producción en serie que absorben mucha mano de obra y barata (como ha ocurrido con la automoción), se está pasando a las actividades de alta calidad y valor añadido, basadas en la cualificación profesional.