Telefónica, con la casa en orden

Telefónica llega a la junta general de accionistas con los deberes hechos. La compañía ha superado la resaca que dejaron las grandes adquisiciones del anterior presidente, Juan Villalonga, hechas con acciones (operadoras latinoamericanas, Endemol o Lycos), y las primeras inversiones multimillonarias en efectivo de la era Alierta (licencias de UMTS en Europa).

Tras la etapa de saneamiento que llevó a la compañía a números rojos, Telefónica está en condiciones de hacer de nuevo apuestas de calado como la compra de las filiales de Bellsouth, una oportunidad de las que se presentan pocas veces y cuyo riesgo, con ser mucho más medido que el de aventuras del pasado, permite a Alierta borrar esa imagen de gestor poco atrevido que, por contraste con Villalonga, le ha acompañado. Esa operación y la puesta en venta de Lycos simbolizan de alguna manera el giro en la estrategia de la compañía.

Telefónica gestiona una combinación de negocios maduros y de crecimiento, tanto tecnológica como geográficamente, que permiten a la compañía generar un sólido y creciente flujo de caja. Sin renunciar a las adquisiciones, la empresa ha decidido compartir con sus accionistas esa generación de recursos. Así, ha acometido una de las políticas de retribución al accionista más claras y generosas del sector, con pagos en efectivo y recompra de acciones. La mejora de trato al accionista ha venido acompañada de una sólida revalorización en Bolsa, que hasta el año pasado había sido esquiva con Alierta.

Con los deberes de saneamiento de balance, de ajuste de plantilla y de reenfoque de negocio hechos, parecía llegada una época de tranquilidad. Pero el cambio de Gobierno ha venido a traer algunas incertidumbres. El cambio político no tiene por qué llevar aparejado un relevo en la cúpula de la compañía, pero sí cabe la posibilidad de que la presión regulatoria en materia de tarifas y liberalización sea mayor con el nuevo Ejecutivo.