Bajos salarios y una muy atractiva fiscalidad
Lo mejor de estos países no sólo se encuentra en sus bajos costes salariales. También tiene interés su generosa política de incentivos fiscales.
En todos los Estados de la Europa del Este, el gravamen en el impuesto sobre sociedades es claramente inferior al de los países de la Unión Europea.
Mientras que en España, el tipo general de este tributo es del 35%, y sólo las pymes de reducida dimensión gozan del 30%, en Eslovaquia, se aplica un 19%; en Bulgaria, un 23%; en Letonia, un 15%; y en Lituania, un 13%.
Los inversores extranjeros pueden beneficiarse de otros incentivos como la exención total de impuestos por un periodo de 10 años, exenciones arancelarias, deducciones por creación de nuevos empleos y por programas de formación de personal. Muchas de estas ventajas desaparecerán con la adhesión de los candidatos a la UE. En el caso de los dividendos, las ventajas también son cuantiosas. Hay Estados, incluso, en los que no se tributa por este concepto, como en Malta, Letonia, Eslovaquia y Chipre. En otros, ésta es mínima.
Cultura propia
Además, los trabajadores, de muy alta cualificación, gozan de una cultura propia europea que permite una inmediata adaptación social, que está siendo aprovechada por las multinacionales occidentales. Asimismo, estas sociedades necesitan de experiencia y conocimientos (know how) empresariales en todos los sectores, especialmente en los servicios y en las actividades agrícolas. En estas últimas, precisan de industrias transformadoras agrarias, que mejoren la productividad por hectárea, muy por debajo de la media comunitaria.
En Polonia, con una población agraria que supera el 18%, la productividad agraria es tan sólo el 13% de la media comunitaria. Un filón que no debe ser desaprovechado.