La herencia del nuevo presidente
José Luis Rodríguez Zapatero, investido ayer presidente por el Congreso de los Diputados, hereda la mejor situación económica recibida por un Gobierno en los 25 años de democracia. Aun así, no se pueden ocultar las deficiencias que presenta la economía española en cuanto al modelo de crecimiento, la competitividad, el mercado laboral, la liberalización, la competencia o, en fin, el mercado interior. El presidente y el equipo económico que encabeza Pedro Solbes deberán resolver esos fallos y acometer las reformas necesarias para que el crecimiento continúe y se haga sostenible. No les faltará trabajo.
En la investidura, Zapatero obtuvo el apoyo de ERC, IU-ICV, CC, BNG y CHA, que, unido a los 164 votos del PSOE, sumaron una holgada mayoría de 183 votos. Pero ese soporte no es un cheque en blanco -al portavoz de ERC le faltó tiempo para recordárselo-. De la habilidad negociadora del nuevo Ejecutivo dependerá que ese respaldo, parcial o total, sirva para avanzar en la modernización del país o se quede en la ensalada de letras con que ya lo ha calificado la nueva oposición.
Este papel, el de oposición, es el que deberá aprender ahora el PP, tras ocho años en el poder. Tan necesario es para España que Zapatero pase de una 'oposición útil' a un Gobierno eficaz como que el PP recorra el camino inverso. Su nuevo líder, Mariano Rajoy, anunció tras la ceremonia de investidura que hará una oposición 'dura, exigente, leal y constructiva'. Es lo esperable en una democracia avanzada. Resulta alentador, además, que haya hecho hincapié en que será 'especialmente constructivo y vigilante', entre otros temas trascendentes, con la política económica. El bronco estilo del nuevo portavoz del PP en el Congreso, que ya se ha hecho notar, encaja aquí con dificultad.
Zapatero dijo ayer: 'Ahora, a trabajar'. Si es con 'éxito', como le deseó José María Aznar, será bueno para todos.