'Habemus' Gobierno
Aquellos hermetismos proféticos del cuaderno azul aznarí donde estaban escritos los nombres, las fechas, las crisis, las guerras, los ranchos, los sucesores y todo lo demás han caído en desuso. Empieza a verse que con el nuevo presidente en ciernes, José Luis Rodríguez Zapatero, hay otras maneras de hacer política y nombramientos. Y al que baja del pedestal le abandona el carisma, el maquillaje y el desodorante sin que le sirvan de alivio los mítines de desagravio iniciados en Vistalegre.
Zapatero ha ido tejiendo su primer Gobierno con mimbres equilibrados, cuidando la denominación de origen, combinando la novedad y la experiencia, sumando gentes de dentro y de fuera del PSOE, hasta componer un equipo que resiste ventajosamente la comparación con el Gabinete ahora eclipsado, tanto si el ejercicio se hace departamento por departamento como si se ponderan en conjunto.
Primero fue la sorpresa de junio de 2000 cuando Zapatero ganó por una diferencia de nueve votos un Congreso que se consideraba bastante atado a favor de José Bono. Esa misma noche tuvo que hacer la lista de la Ejecutiva de forma que nadie se considerara derrotado. A partir de ahí se empeñó en construir un nuevo estilo bajo el empeño de darles a los del PP más ejemplo en lugar de más caña como reclamaban las bases. Los congresos subsiguientes de las federaciones regionales del PSOE se fueron sucediendo sin atender a las preferencias de los recién llegados a Ferraz, donde se optó por recibir los resultados con la mejor cara. Zapatero emprendió la búsqueda decidida del consenso en las políticas de Estado, ya fuera la emigración, la lucha contra el terrorismo, la política exterior, la de defensa, la modernización de la justicia, la transformación del Cesid en CNI y tantas otras propuestas desoídas por los prepotentes de la mayoría pepera azuzados por Aznar.
Zapatero se ha impuesto un nuevo estilo con el empeño de darles a los del PP más ejemplo y no más caña
La tarea de cortar un traje radical al moderado Zapatero, siempre convencido de que 'buen porte y buenos modales abren puertas principales', era ardua, pero el banco azul y Génova se aplicaron a ella con denuedo y tenacidad ejemplares. En las sesiones de control al Gobierno se invirtieron los papeles y eran los miembros del Gabinete, encabezados por su presidente, los que miércoles a miércoles hacían el control a la oposición.
Nunca se escucharon respuestas a las preguntas de los socialistas y demás grupos parlamentarios. Sólo denuestos al pasado, descalificaciones, deslegitimaciones, intentos de expulsar a los preguntantes a las tinieblas exteriores. Preguntar siempre era percibido como ofender. La mayoría se sentía en posesión del monopolio de los juicios morales. Fuera de sus prietas filas sólo era imaginable que acampara la anti-España, la vuelta de los demonios familiares de la desunión, la propuesta de que el país se despeñaría por el sumidero de la historia. Todo eran dilemas con cuernos, como aquellos de conmigo o con el genocida de Sadam Husein y los terroristas internacionales.
Como los monarcas del antiguo régimen para evitar ejemplos más hirientes, Aznar mantuvo la ambigüedad y abrió un delfinario antes de designar en solitario al delfín que todos llamaban sucesor dando por indiscutido que se encumbraría a la Moncloa para relevarle. Había un pequeño detalle, el de las urnas del 14 de marzo que se encaraban con un optimismo encuestado. Por eso se prefirió vestir al candidato con el maillot amarillo y preservarlo de contactos con la prensa y de debates con los aspirantes. El PP tenía la verdad y los derechos de la verdad administrados por Urdazi en modo alguno podían contrastarse con los derechos del error.
Mientras tanto, Zapatero se empleó en la campaña con una increíble moral de victoria que fue contagiando según avanzaban los días. De la masacre del 11-M nadie hubiera nunca responsabilizado al PP y por encima de todo hubiera impulsado la búsqueda de refugio en el Gobierno como sucede en todas partes. Pero la mala conciencia de Aznar afloró instrumentalizada en mentiras de Estado que colmaron muchas disconformidades embalsadas. Reclamados por todos, los ciudadanos llenaron las urnas para pedirle a Zapatero que no les falle. Habemus Gobierno.