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Columna
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Microsoft, ¿abuso o integración tecnológica?

Tras cinco años de laboriosa investigación, ayer la Comisión Europea impuso una multa de 497 millones de euros a Microsoft por utilizar su cuasi monopolio en sistemas operativos de PC para expulsar del mercado a sus competidores en sistemas operativos para servidores de empresas y en reproductores multimedia.

Si bien la multa es la mayor impuesta en la UE a una empresa por infringir el derecho de la competencia, la importancia de la decisión reside en las obligaciones de conducta impuestas a Microsoft. La empresa deberá proporcionar a sus competidores en un plazo de 120 días acceso a los interfaces necesarios para garantizar la correcta interoperabilidad de sus servidores para empresas con el sistema operativo Windows. Asimismo, en 90 días, deberá poner a la venta un nuevo programa Windows sin su reproductor multimedia (Media Player) integrado y no podrá incentivar su compra conjunta con descuentos. Finalmente, para supervisar que se cumplen estas obligaciones, la Comisión impone con carácter extraordinario un supervisor independiente, figura hasta ahora sólo usada en el control de concentraciones.

Esta decisión marcará un antes y un después en la estrategia empresarial de Microsoft, que siempre ha tenido como palanca de fuerza su dominio en el sistema Windows. Efectivamente, los argumentos técnicos y jurídicos utilizados por la Comisión transcienden los mercados identificados en la decisión. Su importancia puede apreciarse volviendo la vista hacia el pasado: en virtud de esta decisión, Microsoft tampoco hubiera podido integrar su navegador Internet Explorer en Windows, para arrebatar a Netscape su liderato en los navegadores de Internet (Internet Explorer) y frenar la amenaza que representaba la tecnología middleware para Windows.

Una circunstancia a resaltar es que la Comisión y Microsoft han negociado un arreglo amistoso hasta el último minuto. En el ánimo de la Comisión sin duda pesaban las recientes sentencias que han anulado varias de sus decisiones en materia de competencia y la propia incertidumbre legal que generaría un recurso judicial contra su decisión. Sin embargo, ante la imposibilidad de un acuerdo satisfactorio, la Comisión ha decidido seguir adelante estableciendo un precedente legal, hasta ahora inexistente en Europa, que puede servir de fundamento a futuras actuaciones de las autoridades de la Competencia y demandas privadas de daños y perjuicios contra Microsoft.

De este modo, el margen de maniobra de Microsoft se ha visto considerablemente reducido. Hasta la fecha, la empresa podía poner en práctica una estrategia comercial agresiva encaminada a derrotar a todo competidor susceptible de poner en peligro su cuasi monopolio en Windows y, una vez lograda su derrota, ofrecerle una compensación millonaria que endulzaba su derrota. Por ejemplo, AOL (propietario de Netscape) recibió de Microsoft 750 millones de dólares y una licencia en condiciones favorables para usar Internet Explorer a cambio de retirar su demanda por las prácticas de la empresa de Bill Gates en el mercado de los navegadores, renunciando de este modo a seguir compitiendo en éste.

Microsoft se ha apresurado a señalar que recurrirá, en lo que será sin duda una larga batalla judicial. El primer asalto no tardará muchos meses en dirimirse, cuando los tribunales tengan que pronunciarse sobre la posible suspensión cautelar de la decisión. En todo caso, desde el punto de vista práctico, la aplicación de la decisión de la Comisión permitirá confirmar si la supremacía de Microsoft se apoya en su cuasi monopolio en Windows o en su potencial investigador y la superioridad de sus productos.

Si a raíz de las obligaciones impuestas a Microsoft, sus competidores florecen y la competencia en los mercados tecnológicos aumenta, la Comisión habrá obtenido un gran éxito. Sin embargo, si Microsoft mantiene o incrementa su posición en los servidores para empresas y en los reproductores multimedia, podrá demostrar, como argumentado hasta ahora, que las actuaciones de las autoridades de Competencia a ambos lados del Atlántico no sólo no han propiciado mayor competencia o desarrollo tecnológico, sino que han perjudicado a los consumidores al disminuir las funcionalidades de Windows, limitar la integración tecnológica que ellos demandan y restringir una política empresarial que redundaba en su beneficio.

La Comisión ha considerado que éste es un precio que merece la pena pagar para despejar una incógnita que flota sobre Microsoft desde hace muchos años.

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