_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Grande desconcierto

Decía Julio Cerón que, cuando murió Franco, el desconcierto fue grande porque no había costumbre. Esa situación de grande desconcierto ha vuelto a repetirse en la noche del domingo tras los resultados imprevistos del escrutinio electoral que dieron la victoria al candidato del Partido Socialista, José Luis Rodríguez Zapatero. Nos había advertido Ortega de que toda realidad que se ignora prepara su venganza y se venían empeñando desde hace cuatro años en perseverar en la ignorancia y en arrojar a las tinieblas exteriores del sistema a la mitad de la población después de etiquetarla como anti-España.

Idearon una campaña en la sombra, metieron al candidato del PP, Mariano Rajoy, en el invernadero sin dejar que saliera ni a saludar a las visitas, le dieron aspecto de pez de piscifactoría, le encanijaron, le impidieron que mostrara las cualidades que tenía acreditadas de buen dialéctico, de probado parlamentario y de magnífico fajador con los periodistas. Le hurtaron al debate porque le daban ganador indiscutible y querían restar cualquier posibilidad al aspirante, caracterizado como la suma de todas las carencias y de todos los peligros, como la inminencia de todos los desastres que harían desaparecer a España por el sumidero de la historia, precisamente ahora que, gracias al cíclope Aznar, jugábamos en primera división.

Desde antes de la convocatoria de los comicios sólo discutían por el reparto del botín, que consideraban a buen recaudo. La autocrítica estaba descartada. Pensaban que el maquillaje y los focos, el aura que acompaña al poder, nunca habría de abandonarles.

Nadie en los círculos del poder empresarial, bancario, sindical, religioso reconoció probabilidades a Zapatero

Como aquel profesor de Filosofía del Derecho, Francisco Elías de Tejada, que había llenado la enseñanza de esa disciplina de dóciles discípulos, los del PP discurrían que podían hacer catedrática a su cocinera o ministro a Ángel Acebes, a Miguel Arias Cañete, a Francisco Álvarez-Cascos, a Juan Costa, a Ana Palacio, o diputado a Rafael Hernando o a San Serenil del Monte, sin pagar precio alguno cualesquiera que fueran sus dislates.

Pero ha sonado para el PP la hora de la adversidad, las campanas doblan por la derrota, y las actitudes consiguientes oscilan entre el sálvese quien pueda y el pataleo inconformista. Mientras, los más cínicos, que siempre acompañan como las visitadoras de Pantaleón a la hueste acampada en la selva del poder, confirman aquel dicho de Cuco Cerecedo según el cual 'los gánsteres que discuten en un garaje por el reparto del botín, huyen juntos en el mismo coche al oír la sirena de la policía'. Por eso se disparan las alertas de los comités sindicales de las empresas de comunicación de propiedad pública 'para impedir que los actuales directivos, denunciados a ultimísima hora por manipuladores, huyan con los bolsillos llenos aprovechando blindajes de sus contratos o fondos presupuestados para prejubilaciones y bajas incentivadas'.

José Luis Rodríguez Zapatero cuenta las horas que faltan para su investidura parlamentaria como presidente del Gobierno, repasa las últimas dificultades que hubo de superar. Descarta entregarse al ejercicio de cualquier venganza después de tan inclementes ninguneos. Con nadie hubo de conchabarse ni pactar para el triunfo porque nadie en los círculos del poder empresarial, bancario, sindical, religioso o de los roperos benéficos le reconoció probabilidades. Todos consideraron inútil sentar un seguro perdedor a su mesa o a su palco, calcularon que hacerlo sería una pérdida de tiempo que siempre es oro para los negocios y las recalificaciones urbanísticas en curso.

El nuevo presidente pondera las circunstancias de su victoria. Calibra las diferencias con la que obtuvo Felipe González en 1982. Entonces la derecha era más bien centro y llevaba un año preparándose para metabolizar el triunfo socialista, que a partir del mes de junio de aquel año nadie discutía que sería de los de mayoría absoluta nunca vista. Además, los derrotados de UCD entraban en vías de extinción y la derecha social, económica y mediática optaba por encumbrar a González y declararle exento de cualquier error para desalentar disidencias de cualquier extremismo.

Sólo años después invirtieron la estrategia y apostaron todo a la destrucción de un liderazgo que empezaba a parecerles el mayor obstáculo para recuperar el poder. Por eso proclamaron el Delenda est González, que aquel Rodríguez tradujo por libre como váyase. Ahora para Zapatero no habrá tregua, desde el primer momento queda la veda abierta.

Archivado En

_
_