Buen gobierno de calidad
Aquellos que consideren los códigos de buen gobierno en las empresas una moda pasajera están abocados a rectificar. En estos días se vive una especie de sarampión sobre el buen gobierno. Pero si es una moda, ha venido para quedarse, y para inmunizar contra más de un mal la actividad empresarial.
Dos de las multinacionales más reconocidas, la anglo-holandesa Shell y el grupo estadounidense Disney, viven hoy procesos intensos de crítica interna con el buen gobierno de fondo. El presidente de la primera, Philip Watts, dimitió ayer, dos meses después de que la petrolera corrigiera a la baja un 20% su estimación de reservas. Y eso que Shell logró en 2003 los mejores resultados de su historia. El presidente de Disney, el afamado Michael Eisner, está en el alero a causa de su estrategia para la compañía. En ambos casos, la supervisión por los consejos de administración y de los propios accionistas parece determinante, y desvela excelencia en el grado de control de la gestión, una aplicación apropiada del buen gobierno. Porque éste no consiste, como han empezado a hacer algunas empresas, sólo en producir documentación por quintales sobre el tema, confundiendo cantidad con calidad.