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Opinión
Tribuna
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Pasqual Maragall: "Queremos estar en el puente de mando"

Querido Raimundo: El lector de Cinco Días no debe saber que somos amigos de tiempo atrás, de cuando en las Organizaciones Frente (FLP en Madrid, FOC en Catalunya y la Esba de Recalde en Euskadi) tratábamos de amargarle la vida al franquismo. Es bueno que se sepa, para que se entienda mejor el trasfondo de tu artículo de hace unos días 19 de febrero de 2004, y la emoción, y al mismo tiempo la preocupación, que me ha causado.

Es un artículo de muy buena factura, profundo y claro. De una cultura que escasea, con citas de mi abuelo contra la igualdad de las regiones, y una preciosa del imponente y reciente El imperialismo catalán, de Enric Ucelay Da Cal, acerca del complejo de superioridad y la injustificada suficiencia de los catalanes. Estar al tanto del pasado y del presente no se estila. Te felicito. Me encantaría que tu artículo fuera el inicio de un debate serio sobre lo que falta por hacer, sobre el futuro inmediato.

Veo, además, que citas el Madrid se va que publiqué tiempo atrás en El País. Sólo falta el Madrid se ha ido que publiqué luego, insistiendo en lo que a mi modo de ver es el más grave de los divorcios de hoy en España: el divorcio entre Madrid, que ha emprendido una carrera imparable para situarse en el mundo abierto, en la globalización, y el resto de España, es decir, lo que la Constitución llama los pueblos de España, sus nacionalidades y regiones.

La pareja Aznar-Cascos tiene una centrípeta e infantil visión de la Península

Que nadie se lleve a engaño, requerimos más dinero y más poder, lo necesitamos

El divorcio más grave hoy en España es entre Madrid y las nacionalidades

Justamente eso es lo que falta por entender: Madrid y España no son lo mismo. El partido y la mentalidad gobernantes a día de hoy ignoran la España real de vascos, catalanes y gallegos, de castellanos y andaluces, de valencianos y asturianos...

¿Qué ha pasado en los últimos años? Hagamos un repaso rápido y esquemático, muy esquemático. Barcelona hizo un cambio enorme en 1992; en el mismo año el AVE llegó a Sevilla... y luego Madrid saltó como una liebre y se ha ido convirtiendo en gran capital internacional, envidia de Roma (te lo digo por experiencia, viví un año allí) y de muchas capitales europeas. ¿Envidia también desde Barcelona? Por supuesto: sana envidia, clave de la dialéctica centro-periferia. Aquí en Catalunya tenemos la sensación -los que la tenemos; otros ya han desesperado y sueñan en huir 'norte allá, donde la gente es despejada y feliz', como decía Espriu- de que nos toca otra vez a nosotros dar el salto adelante en esa carrera de relevos. A nosotros y a otros como nosotros.

La promesa de 1992 aún no se ha cumplido: el AVE llega a Catalunya con muletas y retraso. Felipe González había vaticinado que el AVE de Barcelona a Madrid se iba a hacer de todos modos -era evidente- mientras que el Madrid-Sevilla -que es también condición del trayecto Europa-África- no era tan obvio. Y llevaba razón, aparentemente.

Pero ignorábamos, ingenuos, que tras el equipo de Felipe vendría la pareja Aznar-Cascos, con su centrípeta e infantil visión de la Península: 'De Madrid a cada una de las 50 provincias'. Eso, para la Francia de Napoleón pase, aunque ahora se empiezan a lamentar los franceses de que las ciudades fuertes del sur de Francia sean... Barcelona y Gerona. Quizás por ello tardan tanto en terminar la autopista E-9 desde la frontera española hasta Toulouse y hacia el Massif Central, después de haber hecho lo más difícil: los túneles del Cadí en España y de Puymorens en Francia.

Para la España de hoy el mapa de Aznar es una broma pesada. Tan pesada como el envío del Prestige mar adentro. Que pase de mí este cáliz, enviadlo lejos parece ser la divisa aznariana. Cuando el cáliz vuelva yo ya no estaré. El mapa y el concepto de España corren parejos. A una España única e inmutable corresponde un mapa radiocéntrico: de Madrid para aquí, de Madrid para allá... siempre partiendo de Madrid.

Pero nunca de Valencia a Barcelona, nunca de Barcelona a Bilbao, nunca de Bilbao a Vigo. ¿Sabes que entre Alicante y Murcia no hay tren eléctrico? ¿Sabes que para ir en tren de Barcelona a Murcia hay que bajarse en Alicante del Euromed y agarrar un Talgo? ¿Sabes cuántos kilómetros de alta velocidad falta dibujar en el plano para unir Barcelona con Bilbao? Sólo los que median entre Vitoria y Logroño. ¿Se harán? Mucho me temo que no. ¿Por qué? Porque ese tramo tan exiguo no está en ningún trayecto que vaya de Madrid a alguna parte.

Pero hay que consolarse: Lisboa lo pasa peor que Barcelona. Y Lisboa no tiene el consuelo de pensar que esto le pasa por no ser capital de Estado. Lisboa pretendió -o, mejor, Portugal- que la alta velocidad llegara a la costa atlántica en una T, en un punto entre Lisboa y Oporto, de modo que las dos quedaran comunicadas con España y Europa, y además entre sí (con fondos europeos, porque ese trayecto estaba en la lista de Essen de recorridos europeos prioritarios). Pues no: Aznar se negó a dejar pasar el tren desde Salamanca al Atlántico, tenía que pasar por Badajoz y llegar a Lisboa por abajo.

Lisboa siguió con la Expo de 1996 una estrategia parecida a la de la Barcelona olímpica, pero actualmente está sufriendo un proceso de deslocalización de sedes mundiales, como en parte sucedió en Barcelona. Las fronteras estatales ya no son protección de nada, no son significativas. 'La iberización ha fracasado', titulaba optimista hace unos años la revista de Pinto Balsemao; pero los datos son concluyentes, muchas multinacionales de la Península se concentran en un punto más central y más bien conectado con el mundo abierto, que es Madrid.

De estos hechos, sin embargo, sería injusto deducir nada sobre la petulancia y la suficiencia excesivas de la sociedad civil catalana, a las que se refiere Ucelay. Que Catalunya se siguiera considerando superior, si fuese verdad, sería más bien para nota, con tantos datos en contra. En realidad, en Catalunya hay una mezcla de resignación malhumorada y confianza discreta. Muchos piensan que está por ver que la situación presente sea duradera y, sobre todo, que sea óptima para el conjunto de España.

Creo haber dado indicaciones de que puede no ser así, de que hay configuraciones mejores. Mapas y conceptos más adecuados. La España plural es mejor que la radial. Los países en red son los que van bien. Y Europa es una red. Me decía una ministra que el mapa actual de España es así porque primero vienen los radios y luego las tramas. Es una concepción de la evolución de las redes, no la única. Como excusa para que sea posible ir dos veces de Madrid a Valencia -por Cuenca y por Albacete-, y ninguna de Valencia a Barcelona, no es procedente.

En todo caso, en Catalunya vamos a descentralizar por dentro, y a aliarnos con los vecinos: las dos cosas. Con Barcelona sólo no vamos muy lejos. Su área metropolitana son tres millones; su región metropolitana, cuatro; Catalunya, casi 6,5; la Eurorregión, entre 15 y 17. Lo dicho: no nos queremos ir, simplemente queremos estar en el grupo de cabeza, participar, queremos estar. No apoyaremos a un Gobierno que no nos deje. Eso es todo. No queremos, la gran mayoría, convertir el destino poético de Espriu en una estrategia política, entre otras cosas porque muchos catalanes tenemos sangre valenciana o andaluza -yo de las dos-, aragonesa, murciana, gallega, etcétera. Pero también porque hemos hecho un buen trecho juntos en democracia y autonomía con los demás pueblos de España.

Pero que nadie se lleve a engaño. Nosotros requerimos más dinero y más poder, lo necesitamos, y sobre todo necesitamos más transparencia en la distribución de los dos, queremos verlo claro, convencernos de que estamos donde nos merecemos y nos corresponde. Y el dibujo de España que salga de la sala de proyectos, el mapa de las comunicaciones y sedes institucionales, va a ser decisivo. ¿Quién ha dicho que las sedes de las instituciones estatales deban estar todas en el centro?

A España le interesa una Catalunya que tire del sur de Francia, que capitalice la ventaja de estar tan cerca de la mejor industria aeronáutica europea (Toulouse y Marsella), de la segunda universidad francesa (Toulouse) y de uno de los centros médicos mejores de Europa (Montpellier). Entre París y Madrid cabe otro gran hub aeroportuario transoceánico. ¿Por qué no? ¿Por qué AENA se empeña en ignorarlo? ¿Por qué no se privatizan los aeropuertos ya que no se quiere autonomizarlos? ¿Por qué Ferrovial puede estar en el de Sidney y no en el de Barcelona o Palma de Mallorca? ¿Por qué dice el ministro de Fomento que no hay mercado para dos aeropuertos transoceánicos en vez de dejar que el mercado decida? ¡Si hasta el alcalde de izquierdas de Nápoles privatizó el aeropuerto!

Raimundo, no te engañes: en España, hoy, no estamos persiguiendo el óptimo; estamos acomodándonos a una visión de España muy por debajo de sus posibilidades. Y desde Madrid cuesta verlo, lo entiendo.

Ya bastante cara pagaremos la terquedad de Aznar de casarse con la América de Bush, que no es la mejor, y pelearse con el corazón de Europa. Eso a lo mejor le va bien a cierta concepción de España y a cierta idea de la capital del Estado, pero a España y al Madrid profundo, a la sociedad civil madrileña, acabará no habiéndoles ido bien a largo plazo. Hay que jugar otras cartas. Los espacios fronterizos vacíos se van llenando a vista de satélite. No se le pueden poner puertas al campo ni a Europa. El interés de España y Portugal está en constituir un bloque ibérico de 50 millones de habitantes, como Italia o Francia, con un referente latinoamericano, Brasil, o mejor, Mercosur (500 millones de habitantes), y capacidad de atracción en el arco mediterráneo noroccidental con la mayor concentración urbana. Debemos contar más en ese Mediterráneo que Europa ha olvidado desde 1995, desde el inicio del proceso Barcelona. En el puente de mando de esa estrategia tiene que haber gente con ambición y al tiempo con algo más de sofisticación de la que hay ahora. A Portugal hay que tratarle con más respeto del que le tienen los mercados.

En Catalunya hay un deseo incontenible de superar el desánimo y la timidez de los últimos años. Afortunadamente la Barcelona de Clos ha embarcado, de nuevo, en el viaje fantástico del Fòrum 2004. Ese empuje ha llevado a los medios internacionales, en los que la macroeconomía de Aznar asombra por su performance relativa, a mezclar, y así el Newsweek del 2 de febrero traía una portada con título ditirámbico: Spain, one of the few bright spots in Europe contra un fondo de la Barcelona olímpica, a toda página, y en el interior una alabanza de Aznar con fotos de la Barcelona del Fòrum y un subtítulo que Clos hubiera tenido que pagar millones de euros por obtener: The Barcelona Model. The coolest city in Europe. Its secret?: Sheer imagination. Querido amigo, even paranoids have enemies, como dicen en USA. Hasta los catalanes tienen admiradores.

En Catalunya se acabó el 'no sabe, no contesta' de Pujol: sabemos y contestamos. Queremos estar, Catalunya quiere estar en el puente de mando, sabemos que en el mundo abierto no hay huida posible, no hay aislamiento, sino presencia o ausencia, estar o no estar, contar o no contar: queremos estar y contar en España y en Europa, no mirar como, hasta ahora, desde detrás de la barrera.

Se terminó la estrategia defensiva, pasamos a la ofensiva, a la ofensiva cordial. Más de 100 años después de las esperanzas y los temores del poeta podemos decirle a España: no todas las regiones son iguales, abuelo. Pero todas tienen igual derecho a preservar su identidad y su lengua, y a desear lo mejor para sus ciudadanos. En derechos sí somos iguales, en trayectoria no. Hay nacionalidades y regiones. Sólo falta decir cuáles. Vamos a respetar regímenes fiscales forales y régimen común, pero a exigir que los resultados sean los mismos para todos: pagar por renta y recibir por población. Distintos en el cómo, iguales en el qué.

Tenemos una Constitución acreditada por 25 años de democracia y autonomía. Eso es lo realmente distinto a la España de 1900. Y lo realmente interesante: hemos llegado a la conclusión de que hay que seguir cambiando, porque mirar para atrás es tan peligroso como no mirar para adelante. No nos quedemos como Lot.

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