Presión sin precedentes
Gerhard Schröder ha enarbolado de nuevo la bandera intervencionista y, poco antes de salir hacia EE UU para entrevistarse con George Bush, ha intensificado a un nivel sin precedentes la presión para que el BCE recorte los tipos de interés. Su ingenuo objetivo es que la medida compense la fortaleza que la debilidad del dólar insufla al euro, una situación que intentará negociar con el presidente de EE UU. Como en los mejores tiempos de Oskar Lafontaine, el esclarecido ex ministro de Finanzas alemán, aumenta la presión para que la autoridad monetaria intervenga en el mercado. Schröder recibió ayer el apoyo explícito de Jean-Pierre Raffarin, primer ministro de Francia, la otra gran economía de la zona euro. El error de ambos es formidable. Y no sólo por lo cuestionable de que el crecimiento se pueda acelerar sólo con política monetaria, sino por el atentado que significa contra la independencia del BCE -en la reunión del próximo jueves Jean-Claude Trichet tiene la oportunidad de dar su medida-. Aunque, como dijo Rodrigo Rato, 'la política monetaria es independiente, no innombrable', la pérdida de confianza que las presiones sobre el BCE inyectan en los inversores no compensa.