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Juicio

La justicia acusa de 35 delitos al ex consejero delegado de Enron

Un Jeff Skilling esposado se declaró ayer inocente tras ser acusado por el Departamento de Justicia de 35 delitos en su gestión de Enron. Dos años y un mes después de abrirse la investigación sobre uno de los gestores de la empresa que protagonizó la segunda gran bancarrota de la historia, la justicia cree que fue 'el arquitecto de un esquema de falsedades'.

Skilling dejó ayer su pasaporte en el juzgado, pagó cinco millones de dólares, que es la fianza que la juez Frances Stacy le impuso, y volvió a su casa tras declararse inocente y asistir mudo a una declaración ante la prensa de sus abogados, Daniel Petrocelli y Bruce Hiler. Los representantes legales de quien fuera consejero delegado de Enron desde el 12 de febrero de 2001 hasta cuatro meses antes de la quiebra (el 2 de diciembre de 2001) aseguraron que su cliente es 'un chivo expiatorio' y que las 60 páginas en las que se contienen las 35 acusaciones están vacías de contenido y base legal.

Pese a esa interpretación de la defensa, a Skilling se le acusa de varios delitos de fraude, conspiración para cometerlo e información privilegiada que le permitió ingresos de 62,6 millones de dólares desde abril de 2000 hasta un mes después de su repentino abandono del puesto en Enron con la venta de acciones.

Educado en Harvard, Skilling, de 50 años, es el directivo de más alto nivel de los 29 que han sido inculpados en el caso Enron y afronta 325 años en prisión y más 80 millones de dólares en multas de resultar culpable de todos los cargos. Las acusaciones sobre el ex consejero delegado llegan un mes después de que el ex director financiero de la empresa, Andrew Fastow, se declarara culpable y empezara a colaborar en la investigación sobre el resto de sus compañeros y jefes. De momento, no hay mención sobre el futuro del primer ejecutivo de la empresa, Ken Lay.

Petrocelli, uno de los abogados de mayor prestigio en EE UU, aseguraba que su cliente pasó la prueba del polígrafo cuando dijo que creía que dejaba la empresa de energía en buen estado y ahora pasará la del jurado.

En el departamento de Justicia, James Comey, ayudante del fiscal, aseguraba que Skilling y el ex tesorero, Richard Causey, conspiraron 'en cadena para manipular los libros y crear, la ilusión de una empresa con ilimitado potencial'. Dice la fiscalía que a los inversores y al público se le estaba dando la impresión de seguridad cuando la séptima empresa del ranking de Fortune 500 se hundía.

En rueda de prensa en Washington, Comey detalló someramente cómo ambos directivos habían escondido beneficios o pérdidas de distintas filiales con el objetivo de cumplir las expectativas de crecimiento de Wall Street, en particular cómo se ocultaron los beneficios generados en la crisis de energía de California y la pérdidas de la filial de banda ancha, cómo se escondía la deuda en terceras entidades que dependían de Enron y cómo se manipulaban los libros.

Skilling, que, a diferencia de Lay y Fastow testificó ante el Congreso tras la quiebra, dijo que a él no le constaba que la empresa estuviera en peligro, que la dejó financieramente estable y que él, que antes de ser consejero delegado fue siete meses director de operaciones, se fue por motivos personales.

Un caso que puede salpicar las elecciones presidenciales

Esta acusación muestra 'que seguiremos las evidencias hasta donde lleguen, incluso al último peldaño de la escalera corporativa', decía ayer el ayudante del fiscal general Christopher Wray. En ese peldaño está Ken Lay, a quien el presidente de EE UU, George Bush, que ahora calienta motores para la campaña electoral, llamaba Kenny boy hasta poco antes de la debacle de la empresa y a quien le unían lazos de amistad y el dinero que Lay donaba a sus campañas. El ex presidente de Enron participó activamente en la Energy task force organizada por el vicepresidente Dick Cheney para crear la nueva legislación energética.De momento, no hay cargos ni se le menciona en los que han llegado contra los que estaban en los peldaños por debajo del suyo en la escalera de una empresa que volatilizó 68.000 millones en capitalización bursátil. Enron tenía 31.000 millones de deuda, costó el empleo a 5.600 personas que perdieron sus pensiones y acabó con una firma del prestigio de la auditora Andersen.

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