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Tribuna
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¿El retorno del 'vudú económico'?

Las rebajas de impuestos son uno de los pilares de la política de George Bush. Sin embargo, según el autor, esta actuación sólo agrava los desequilibrios existentes y evita la toma de decisiones imprescindibles para el saneamiento de la economía de EE UU

Durante los noventa, los Gobiernos de Clinton desarrollaron unas políticas económicas que dieron lugar a lo que se denomina Rubinomics (por el ex secretario del Tesoro, Robert Rubin) basadas en el incremento de productividad, la defensa de un dólar fuerte, la apertura de mercados y promoción de aranceles bajos y la intervención decidida en apoyo de economías emergentes en crisis. La base principal del éxito fue conseguir el superávit presupuestario, con dos efectos: facilitó la bajada de los intereses y contribuyó a aumentar la confianza de consumidores y empresarios con mayor inversión. Como resultado se obtuvieron niveles de prosperidad, crecimiento económico y productividad, así como mejoras en los niveles de renta, casi sin precedentes.

La victoria de George W. Bush en el 2000 produjo un cambio en éstas políticas. Las tres bajadas de impuestos, que representan más de dos billones de dólares, y el aumento importante del gasto público y de defensa (marcado por dos guerras) han erosionado las bases presupuestarias del sistema. El resultado no ha podido ser más desalentador: entre enero de 2001 y 2004 el desempleo creció del 4,2% al 5,6% (un 33%); se perdieron 2,2 millones de empleos; las cuentas públicas pasaron de 281.000 millones de dólares de superávit a un déficit de 521.000 millones; y la deuda creció de 5,7 billones de dólares a siete billones.

Mientras que la recuperación económica de los últimos meses, que Bush atribuye a la bajadas de impuestos (y los economistas a las bajadas de los tipos de la Reserva Federal), puede traerle réditos electorales, la sostenibilidad de estas políticas es muy cuestionable. Las bajadas de impuestos favorecen fundamentalmente a los ricos (226.000 americanos que declaran más de un millón de dólares de renta han recibido aproximadamente los mismos beneficios que los 120 millones que declaran ingresos de menos de 100.000 dólares), y al tiempo se aumenta el gasto con la extensión de beneficios en programas como Medicare (que supondrá un aumento de 400.000 millones de dólares durante la próxima década). La clave es cómo se gasta: si la inversión es para futuro y es productiva, endeudarse tiene sentido.

Además, el déficit presupuestario requiere que el Gobierno se endeude para financiarlo. Esto reduce el volumen de capital del sector privado para financiar inversiones productivas, y lleva a un aumento de los intereses, con un efecto negativo en la inversión y el crecimiento. Al mismo tiempo, dado los bajos niveles de ahorro en EE UU (alrededor de un 6% del PIB), será imprescindible seguir tomando prestado de otros países. Si a esto añadimos el déficit externo en la balanza comercial, que ha alcanzado nuevos récords (la deuda exterior es casi el 30% del PIB), esto significa que la economía estadounidense es aún más dependiente de las políticas y decisiones de otros Gobiernos. A medio plazo, los déficit gemelos tendrán efectos devastadores en los niveles de rentas de los ciudadanos, pudiendo alterarse el carácter de la sociedad y su predisposición a defender las políticas e instituciones económicas globales que caracterizaron las décadas tras la II Guerra Mundial.

Por último, la explosión de gasto público que provocará el retiro de los baby boomers hace imprescindible la tomar medidas (hoy hay 19 retirados por cada 100 personas trabajando, en el año 2050 habrá 35 por cada 100). Nuevos estudios demuestran que para mantener los programas públicos (Seguridad Social, Medicare, Medicaid), y el resto del Gobierno a los niveles actuales (con un crecimiento en los gastos de defensa del 3,5%) el gasto público tendrá que crecer para 2075 del 19,5% a un 39,7% del PIB, lo que implicaría que se tendrían que aumentar los ingresos impositivos un 70% al año, desde este año.

Las bajadas de impuestos de Reagan en los ochenta junto con grandes aumentos en Defensa, el mantenimiento de los subsidios corporativos, y la negativa a reducir los programas sociales y servicios públicos causaron una explosión del déficit público insostenible. Se tardo más de una década en superar los excesos de estas políticas de oferta (que H. W. Bush denominó Voodoo Economics -vudú económico- en 1980). La historia se repite. La voluntad de hacer permanentes las bajadas de impuestos, expresada por el presidente Bush en el último discurso sobre el Estado de la Nación, y la falta de disciplina en el gasto que se vuelve a denotar en el Presupuesto para 2004, no auguran buenas perspectivas. Estas políticas sólo han conseguido agravar los desequilibrios y posponer la toma de decisiones imprescindibles.

Profesor en el Departamento de Gobierno de la Universidad de Suffolk en Boston y codirector del Seminario de Estudios Ibéricos del Centro de Estudios Europeos de la Universidad de Harvard

La voluntad de hacer permanentes las bajadas de impuestos expresada por Bush y la falta de disciplina en el gasto no auguran buenas perspectivas

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