Polémica alternativa al corcho
Ha oído alguna vez a un entendido decir este vino está bouchoné? El galicismo se traduce por acorchado, palabra que designa un vino con aroma o sabor a moho, a humedad, muy característico y fácilmente detectable, incluso para el neófito. El acorchado ha sido -y sigue siendo- el caballo de batalla de muchas bodegas y puede arruinar partidas enteras.
El problema viene investigándose desde principios del siglo XX. El tapón de corcho parece ser el problema, pero no el único. La corteza de alcornoque, del que se extrae, sufre una enfermedad producida por hongos -la mancha amarilla- que contamina los corchos y por ende el vino. Es el TCA (2,4,6-tricloranisol), un compuesto clorado de origen orgánico existente en la naturaleza, una auténtica peste para los elaboradores. El TCA se mide, en un vino, en partes por trillón, y distintos estudios demuestran que se percibe en concentraciones superiores a 4,6 partes por trillón. Bastaría con media cucharadita de TCA puro para destruir toda la producción vinícola de EE UU. El temido TCA no sólo se esconde por donde respira el vino, sino que se encuentra por todos los rincones de la bodega (jaulones de madera, barricas, cartones), lo que puede afectar en su elaboración y crianza.
La comunidad vinícola internacional está inmersa desde hace tiempo en una polémica sobre la utilización de nuevos tipos de tapones, y el que parece imponerse es el de plástico -ya lo usan en EE UU y Australia-, sin que exista un consenso sobre sus ventajas.
Para Jesús Madrazo, enólogo de la bodega riojana Viñedos del Contino, 'no está demostrado que sean los más idóneos para vinos con largas crianzas. Tendrán que pasar 10 o 20 años para saber si pueden surgir problemas en el vino'. Aunque no se manifiesta contrario a este tipo de tapones, explica que 'el plástico, que el consumidor europeo no admite, es más factible en países sin tradición vitícola'. Y señala que en el debate 'subyacen claros intereses económicos, porque la producción corchera está en España y Portugal'.
Mientras la controversia sigue abierta, las bodegas europeas -y las mejores etiquetas del Nuevo Mundo- siguen apostando por el corcho natural como sinónimo de calidad. Los consumidores, por ahora, también.