G-7, acuerdos y desacuerdos
El principio de acuerdo para favorecer la recuperación de la economía internacional en la reunión que a partir del viernes celebra el G-7 se enfrenta, según el autor, al desacuerdo entre Estados Unidos y los demás países sobre la forma de llevarlo a cabo
Decía hace unos días el secretario del Tesoro norteamericano que las discusiones en el G-7 del viernes y sábado próximos deberían estar centradas en el crecimiento mundial. Y al tiempo, dando pruebas más que sobradas de diplomacia, elogiaba 'los primeros pasos' de los Gobiernos francés y alemán en la aprobación de reformas estructurales. Casi de forma simultánea, los ministros de Economía francés y alemán adelantaban una propuesta -surgida en principio en la reunión del Eurogrupo una semana atrás- para que el G-7 acuerde una estrategia clara que detenga la caída del dólar. Menos agresivo que las autoridades europeas, al menos de forma aparente, un alto cargo del Gobierno japonés no descartaba que la caída del dólar sea un punto de discusión en el G-7. Por último, Canadá también ha expresado de forma clara que el descenso del dólar debe ser ordenado.
Una primera lectura de todos estos comentarios parece dejar pocas dudas sobre un principio de acuerdo entre los principales países desarrollados para fomentar el crecimiento mundial. Aunque las discrepancias pueden surgir al valorar el esfuerzo que debe hacer cada país para contribuir a ese crecimiento. La posición de las autoridades norteamericanas, repetida desde hace más de un año, parece clara: el resto de las economías desarrolladas deben aumentar su contribución al crecimiento mundial, acelerando el de sus demandas nacionales y aprobando reformas para aumentar su crecimiento potencial. De forma paralela, tanto las autoridades europeas como las japonesas siguen defendiendo la paulatina recuperación de sus economías, confiando en que el sector exterior y la aceleración del comercio mundial sigan teniendo un peso importante. En definitiva, un principio de acuerdo -favorecer la recuperación mundial- se enfrenta a un desacuerdo sobre la forma de hacerlo. Y un posible desacuerdo en el G-7 podría ser el pistoletazo de salida para una nueva fase de caída del dólar.
Una disensión en la cumbre de esta semana puede ser el pistoletazo de salida para una nueva fase de caída del dólar
Hace ya casi un año un importante gestor de fondos norteamericano anticipaba un descenso del dólar así: 1, reducía el riesgo de deflación en la economía norteamericana; 2, por su impacto positivo sobre las exportaciones, y 3, porque las autoridades norteamericanas podrían utilizar el tipo de cambio como instrumento para forzar a la UE y a Japón a que tomaran medidas (mayor déficit público y/o una política monetaria más expansiva) para acelerar sus economías. ¡Qué razón tenía! Al menos en los dos primeros puntos, ya que en el último lo mínimo es mantener la duda.
Aunque, con relación a esto último, hemos podido escuchar cómo un miembro del BCE valoraba la subida del euro como factor positivo a medio y largo plazo para aumentar el crecimiento potencial europeo. Es evidente que la caída del dólar es un obstáculo para la continuidad de la recuperación económica en Europa y Japón. Y no me refiero sólo al impacto negativo sobre las exportaciones, que en buena parte puede ser compensado con la aceleración del comercio mundial. Sino al riesgo de un nuevo aplazamiento de la recuperación de la inversión empresarial, ante la mayor incertidumbre por una mayor inestabilidad en los mercados de divisas.
Las autoridades de EE UU tienen parte de razón al pedir mayor colaboración para acelerar el crecimiento mundial. Es evidente que buena parte del elevado déficit corriente de EE UU se debe al mayor crecimiento relativo de su economía (y no a un problema de competitividad que pueda resolver un descenso del dólar). Esto no impide que el elevado déficit de ahorro del sector público y escaso de las familias norteamericanas tengan su parte de culpa en las cifras actuales de déficit corriente. Pero estoy de acuerdo con Alan Greenspan en que este elevado déficit, al final su importante necesidad de financiación en los mercados de capitales internacionales, no debe plantear mayores problemas en situaciones normales.
Aunque la acumulación de factores negativos en los últimos cuatro años -estallido de la burbuja tecnológica, atentados terroristas, escándalos empresariales y conflictos bélicos- han llevado a una situación de cautela permanente en los mercados financieros, una situación no muy normal. Y a pesar de todo, los no residentes han mantenido un flujo relativamente estable de financiación del déficit corriente norteamericano.
¿Seguirá cayendo el dólar? Para la mayoría la pregunta no es adecuada. En el fondo, deberíamos hacernos dos: ¿hasta cuándo puede caer el dólar?, ¿contra quién debe caer? Las autoridades europeas, aunque con evidentes discrepancias en sus comunicados -es ya habitual- parecen querer limitar la subida del euro hasta niveles de 1,30 dólares. Queda por ver si sostienen este límite con intervenciones, como hace desde hace varios meses el banco central de Japón en niveles del dólar de 106 yenes.
La segunda cuestión es un debate abierto hace meses, aunque la respuesta depende de las autoridades chinas. Es decir, una apreciación del yuan podría reducir el margen para una subida adicional del euro. Por cierto, las autoridades chinas se niegan por el momento a aceptar esta apreciación de su moneda.