La industria pierde el paso

La encuesta de población activa ha revelado que la creación de empleo fue generosa en 2003, con casi medio millón de nuevos puestos de trabajo. Pero el crecimiento de la actividad fue insuficiente para absorber la afluencia de nuevos activos al mercado, y el año se saldó con un aumento del desempleo de 8.900 personas. La ocupación aumentó casi un 3%, notablemente por encima del PIB (en torno al 2,4%), y se concentró en los servicios y en la construcción. Sin embargo, en las ramas industriales experimentó un ajuste preocupante. En el año se perdieron 94.800 puestos de trabajo, un 3% de todo el empleo industrial y una cifra propia de una crisis en el sector.

La producción industrial se estancó en 2003, y las empresas han ajustado sus plantillas, especialmente en las actividades manufactureras, según se desprende también de los datos de Estadística. La timidez de la demanda externa ha congelado en los dos últimos años la inversión en equipamiento industrial, y el saldo definitivo se manifiesta ya en el ajuste del empleo.

España ha salvado la crisis en aquellos sectores de actividad no expuestos a la competencia, como los servicios relacionados con el turismo o la construcción. Pero ha sufrido, al menos parcialmente, las dificultades de los sectores que juegan con las mismas reglas que sus competidores del exterior. La falta de competitividad se manifiesta así con crudeza.

Este escenario coincide con la ausencia de una política industrial vertebrada, que mantiene a España en niveles casi ridículos de inversión en tecnología o investigación y desarrollo. Es decir, un lastre para cualquier apuesta por la creación y expansión de empresas productivas. España podría resignarse a ser un país sólo de servicios. Pero renunciar a la industria y a su efecto multiplicador sobre el producto y el empleo sería un error enorme de coste inimaginable.