Se presenta un buen año
La economía española ha conseguido salvar los dos últimos años de cuasi-recesión con unos resultados estimables. Se puede discutir sin duda si el motor de crecimiento a lo largo de 2002 y 2003 ha sido el más deseable -es decir, aumento de la inversión empresarial y de las exportaciones- o uno más frágil y con menos perspectivas de mejora de productividad para el futuro, como ha sido el caso -es decir, incremento de la construcción y del consumo privado y público-. Se puede señalar igualmente como una debilidad de los últimos años el deterioro de la competitividad de la economía causado por nuestras relativamente altas tasas de inflación y, más recientemente, por el encarecimiento del euro frente al dólar y se puede acusar también al Gobierno actual de haber tirado la toalla en dos terrenos fundamentales para el desarrollo de nuestra productividad en los próximos años: el desarrollo de la sociedad de la información y la reforma del mercado de trabajo.
Pero hay algo sobre lo que no cabe duda: ni los empresarios ni las familias españolas han atravesado en los últimos años por el periodo de desaliento en sus expectativas por el que han pasado los de Francia, Alemania o Italia, por citar los tres grandes países del área euro. De manera que una mejora de las perspectivas de crecimiento en Europa y en la economía mundial como las que se van conociendo desde los meses finales de 2003 coge a la economía española en una posición favorable para aprovechar la nueva coyuntura.
Por esa misma razón -en la que no deseo profundizar aquí, considerando, por ejemplo, otros factores, como la evolución del cambio del euro o las perspectivas de los tipos de interés, no porque no sean relevantes, sino porque creo que su influencia en 2004 no va a ser muy significativa- pienso que lo más probable es que la situación económica española y sus perspectivas a corto plazo no van a ser uno de los temas fundamentales de la campaña electoral que ya se puede dar por comenzada.
Se puede discutir si el motor de crecimiento es el más deseable, pero la economía española ha salvado los dos últimos años con resultados estimables
Es seguro que el PP tratará de capitalizar una situación generalizada de satisfacción en el terreno de la economía para obtener votos y es igualmente seguro que el PSOE tratará de poner de manifiesto que este sentimiento de autosatisfacción no es tan general y no participan de él los trabajadores con contratos de trabajo en malas condiciones de seguridad y remuneración, los sectores sociales más olvidados por la política de transferencias del Gobierno o los jóvenes que están haciendo un esfuerzo hercúleo para hacer frente a la compra de una vivienda a los precios actuales. Pero difícilmente se van a centrar los debates de la campaña en este tema que no constituye la mayor preocupación de los españoles.
Ello no quiere decir, ni mucho menos, que una buena situación económica tenga un efecto neutral sobre la campaña electoral. Al contrario, una buena situación económica representa un bonus indudable para el partido político que está en el Gobierno y eso es una ventaja bastante difícil de contrarrestar. Desde luego, no es posible eliminarla negando la realidad y tratando de convencer a los ciudadanos de que, aunque se sienta bien una importante mayoría de ellos, en realidad están muy mal y no saben lo que les espera. Ese intento épico de desvirtuar la realidad tan sólo conduce al rechazo de los votantes, que consideran a quien lo hace o un insolvente o un sectario incapaz en cualquier caso de tomar y llevar con buen juicio la gobernación del país.
Mucho más interesante para todos es que los dos grandes partidos, y principalmente el PSOE, den garantías de que su eventual victoria no pone en peligro la situación económica actual y, al contrario, la apuntalen proponiendo reformas y un mayor énfasis en corregir los flancos débiles del desarrollo económico español, que son, junto a los ya señalados -fallos en el mercado de trabajo y en el desarrollo de la sociedad de información-, la insuficiencia de la innovación y de los recursos de investigación y desarrollo en el marco de cooperación con los países de la Unión Europea, la necesidad urgente de incrementar los gastos en educación y la mejora de la eficiencia en la Administración pública (incluida la Administración de Justicia) y la de los mercados a través de avances en la calidad de la regulación competitiva.
Otros temas, sin embargo, deberían ser objeto de atención en esta campaña, ya que su posible influencia sobre nuestro futuro es muy grande. Entre ellos se pueden destacar la mejora de la calidad de nuestra democracia y de los derechos de los ciudadanos españoles y de los cada vez más numerosos emigrantes; la conveniencia de mejorar las relaciones institucionales en un Estado que se define a diferentes niveles (Gobierno central, autonómico y corporaciones locales), y de cortar las tendencias centrífugas a las que tanto ha contribuido una política centralista mal entendida, así como la necesidad de España de reorientar su política exterior.
Ex ministro de Economía