El retraso del AVE y el 'Prestige', los puntos negros de su gestión
Con la consecución de la mayoría absoluta en la segunda legislatura del PP, Francisco Álvarez-Cascos mantuvo una cartera ministerial, la de Fomento, pero perdió la vicepresidencia, lo que fue interpretado por muchos como su descarte definitivo en la carrera sucesoria.
Al frente de ese departamento tuvo de nuevo la ocasión de demostrar su gran capacidad de trabajo, con jornadas laborales eternas, y no era para menos, ya que por delante tenía el reto de poner en marcha el Plan de Infraestructuras 2000-2007, con una inversión de más de 114.000 millones de euros, la liberalización del sector ferroviario y la elaboración de un nuevo plan de vivienda, entre otros proyectos. Muchos de los que han trabajado con él durante los últimos cuatro años aseguran que el trato personal es su gran asignatura pendiente, aunque no dudan en elogiar su gran eficacia y cómo cumple todo aquello que promete.
Desde el sector de la construcción tampoco se escatiman elogios cuando se trata de valorar que con él es cuando más inversión se ha destinado a obra civil y más se ha avanzado en la convergencia real con Europa en materia de infraestructuras.
De hecho, España se encuentra en la actualidad en el 70% de la media europea en equipamientos de transporte. Sin embargo, Álvarez-Cascos será recordado también como el ministro de los retrasos y los socavones en la línea ferroviaria de alta velocidad Madrid-Barcelona y del desastre del Prestige.
La decisión de alejar el petrolero de la costa fue muy cuestionada por distintas fuentes y muchos le culparon por ello de haber provocado el hundimiento del buque.
Es curioso que los mismos que le tachan de maleducado admiten que la cartera de Fomento requiere una persona capaz, como él, de aguantar toda clase de presiones de un sector cada vez más poderoso. Por eso su marcha genera no pocas incertidumbres sobre la continuidad del actual ritmo inversor.