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Comentario

Reservas e inflación

Juan Ignacio Crespo

Durante los últimos 100 años todo el mundo era consciente de que China habría de jugar un papel determinante en la política y la economía mundial. Lo primero ya lo había conseguido a mediados del siglo XX, pero ha tenido que esperar hasta que se iniciara el XXI para que su papel fuera reconocido plenamente. Ha hecho falta que las reservas de divisas chinas alcanzaran dimensiones astronómicas para que su papel estabilizador en la economía mundial comenzara a ser reconocido. A lo largo de los escasos días transcurridos de 2004, ese papel no ha hecho más que aumentar. Raro es el día en que la prensa especializada no publica algún artículo sobre la conveniencia (o inconveniencia) de que la moneda china, el yuan renmimbi (o yuan del pueblo), sea revaluado. O sobre los temores de que China pueda dejar de comprar deuda pública norteamericana, provocando así una fuerte caída de la cotización del dólar y una crisis de consecuencias imprevisibles.

Las últimas semanas han sido especialmente pródigas en lo que a informaciones sobre China se refiere. Entre esas informaciones había dos muy relevantes y estrechamente conectadas; la decisión por parte del Gobierno chino de inyectar capital por valor de 85.000 millones de dólares en dos de sus cuatro grandes bancos públicos y la de realizar subastas de los préstamos afectados por la morosidad.

Sobre esto último las noticias no han sido muy alentadoras, pues la subasta destinada a traspasar préstamos por valor de 2.700 millones de dólares a los inversores internacionales que estuvieran interesados en adquirirlos a precios de saldo no consiguió concitar un excesivo interés. El intento no es el primero, pues ya se había llevado a cabo por primera vez en el año 2001. El aspecto más llamativo de la recapitalización de los bancos chinos es que se ha llevado a cabo con cargo a las reservas de su banco central. Algo que, si bien no es sorprendente dado el volumen que en este momento acumulan, se revela como una operación claramente inflacionaria, ya que el contravalor en yuanes de los mencionados 85.000 millones de dólares se habrá puesto en circulación por partida doble: primero, como pago a las empresas exportadoras chinas (a cambio de la entrega de las divisas al banco central) y después por el préstamo (o toma de participación en el capital de los dos bancos implicados) por parte del Banco de China. Todo ello en un país que está empezando a sentir presión alcista en los precios.

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