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Tribuna
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Autorregulación en los videojuegos

Toda regulación de la actividad económica lleva aparejados cambios estructurales en el sector de que se trate. Pero existen otras regulaciones, o autorregulaciones, que resultan asimismo determinantes para la evolución y el crecimiento del sector de que se trate. Es el caso del código PEGI (Pan European Game Information), un nuevo sistema de clasificación por edades de los videojuegos al que se han adscrito 16 países y con el que prácticamente el 100% de los videojuegos producidos en Europa estarán clasificados bajo los mismos criterios y símbolos.

El código PEGI sustituye en España al código Adese, un sistema de clasificación definido por la Asociación Española de distribuidores y Editores de Software de Entretenimiento (Adese), un sistema eficaz -aunque de ámbito local- durante sus dos años de vigencia, se ve ahora sustituido definitivamente por el PEGI, con el que ha convivido desde que en junio de 2003 entró en vigor en nuestro país.

Los beneficios sectoriales que ya ha empezado a aportar el PEGI al sector español de videojuegos tienen una doble vertiente. Por un lado, recomienda con rigor y objetividad la edad de uso de cada videojuego en función de su contenido, que también describe en el envase, y por otro, evita que lleguen a España productos sin clasificar, o clasificados según diferentes sistemas vigentes con la confusión que se produce al consumidor al presentar clasificaciones con edades diferentes en el mismo producto. Con PEGI todos estarán clasificados bajo los mismos criterios y símbolos.

El nuevo sistema ha sido diseñado como una ayuda a los compradores de videojuegos, especialmente a los padres, a la hora de decidir si un videojuego es adecuado o no para un niño o un adolescente. De este modo, cada usuario podrá acceder al videojuego recomendado para su edad -entre cinco niveles- y podrá sacar el máximo partido a los valores educativos, artísticos y de desarrollo intelectual de los mismos.

Gracias al PEGI, los usuarios de videojuegos sabrán con exactitud qué compran. A partir de ahora, los padres que conocen las posibilidades de desarrollo intelectual de los videojuegos, podrán elegir de forma precisa los más adecuados para el perfil de madurez y desarrollo educativo de sus hijos. Muchos de los padres adquirentes hoy de videojuegos pertenecen a las primeras generaciones de usuarios y conocen bien las potencialidades de los mismos para la formación intelectual de sus hijos.

Con el PEGI como instrumento abiertamente regulador, los usuarios de videojuegos conocerán con la máxima exactitud el contenido del producto que compran. Un producto de nuestro tiempo en el que convergen a un tiempo valores artísticos, con claras referencias al cine o a la música; valores educativos, como demuestra la utilización del videojuego en sistemas educativos de países avanzados como Estados Unidos, Japón o Dinamarca, y valores de desarrollo intelectual, potenciando los reflejos y agilidad mental.

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